Un acto de humanismo“Es una cuestión de cuando sucederá, no si sucederá”. La primera vez que escuché esta frase, me pareció de novela. Me parece que la escuché por primera vez en el cine, cuando fui a ver Armageddon (1998). Luego seguía escuchándola una y otra vez, bien fuera en otras películas, o en documentales de la National Geographic, y recientemente la volví a escuchar en artículo que cita a Mónica Grady, una experta en meteoritos de la Open University: “Es una cuestión de cuando sucederá, no si sucederá, que un NEO* choque con la Tierra”. Si bien la frase ya ha perdido su encanto y tono dramático original, en todas las ocasiones que la he escuchado, ha sido pronunciada con respecto a lo que se considera un evento futuro del cual la comunidad científica tiene certeza total de que ocurrirá, como lo es el choque de un asteroide contra nuestro planeta, con el potencial de aniquilar todo vestigio de vida.
Claro que la frase podría haber sido acuñada igualmente para anticiparse a un posible desastre por un invierno nuclear, o los efectos devastadores del cambio climático a largo plazo, o incluso la posibilidad latente de alguna pandemia. A la hora de predecir el Apocalipsis, el material científico es abundante. Y eso por no hablar de predicciones más fatalistas, provenientes de otras fuentes de conocimiento no fiables, pero muy difundidas en la cultura popular, como las célebres y famosas visiones nefastas de Michel de Notredame, mejor conocido como Nostradamus. O mucho más grave aún, los célebres casos de las sectas que han incurrido en extremos como el suicidio masivo, como último acto y prueba inquebrantable de su fe para lograr salvar sus almas.
Predicciones apocalípticasLa verdad es que predecir el desastre no es un acto literario inocuo, sin mayores consecuencias más allá de la discusión sociológica o antropológica que este pueda suscitar. Un interesante documento llamado Suicidios colectivos, de Jorge Erdely, ilustra sobre innumerables suicidios masivos acaecidos alrededor del mundo, en vísperas de la supuesta llegada del Apocalipsis, o del final del mundo, de acuerdo a las creencias y fechas de cada secta. Grupos de treinta y hasta de 400 personas, asesinándose mutuamente de común acuerdo en Guyana y Uganda, o envenenándose convencidos de su visión. Más gravemente, llevándose con su locura a sus inocentes hijos con ellos. Otras veces, llegando al extremo de asesinar a quienes no comparten su visión ni voluntad de morir, como en los ataques terroristas en el metro de Tokio (Japón), por parte de una secta llamada Verdad Suprema que asesinó con gas Sarín a 27 personas en 1995, por citar unos pocos casos.
Volviendo al tema inicial, es claro que el ingenio del hombre ha llevado a buena parte de la humanidad a un progreso tecnológico y científico sin precedentes, pero también es claro que dicho progreso unas veces no ha beneficiado a buena parte de la humanidad. Otras veces se ha utilizado el conocimiento científico para crear armas mortales de exterminio masivo, y tantas otras, cuando ciencia se confunde con religión, se ha llegado al extremo de pretender crear y manejar un cuerpo de conocimiento incuestionable e incontrovertible. Como si dentro de la misma comunidad científica no existieran desacuerdos sobre la manera de entender y buscar la respuesta a las innumerables preguntas que plantea nuestra existencia, tanto desde el punto de vista individual como colectivo.
En cualquier caso, cuando en el artículo anterior, mi colega de equinoXio y amigo virtual Mornatur comentaba sobre una posible catástrofe global para este siglo, precisamente: “Hablando de otra cosa, estaba enterado del experimento de las canicas, pero como parte del estudio preventivo respecto a posibles impactos de cuerpos celestes en la Tierra.(..)..La presunta catástrofe del 2036… Ya ve, terminé dejándole tarea…”; intuí naturalmente que la misión de escribir sobre un desastre global potencial, no es nada fácil, considerando todo lo anterior. Lo que hace especial esta amenaza en particular no es tanto la idea del exterminio en sí de la humanidad, pues como veíamos, no hay que ir muy lejos para hallar profecías apocalípticas de todos los géneros y especies. Basta con entender que la lucha por sobrevivir del hombre como especie, a pesar de sí mismo, es tanto o más intensa hoy en día, que durante el Neolítico. Como si fuera poco, el hombre por primera vez tiene los medios para su exterminio total por medios artificiales.
En este caso empero, esos medios muchas veces empleados para contaminar o destruir el planeta, como son la tecnología nuclear, la propulsión a chorro y el empleo del conocimiento científico en general, serían la única manera de evitar el potencial desastre. En teoría, como lo tratan de demostrar en forma más dramática y exagerada las películas de ciencia ficción, sería la primera vez que este desarrollo sería fundamental para que sobrevivamos como especie. Pero además esta amenaza teórica se convirtió en una amenaza real con el descubrimiento del asteroide Apophis, con una envergadura de casi 400 metros, y que en el año 2005 ya pasó a unos 36.500 km de la Tierra.
El Apophis: una amenaza realSegún un artículo de la National Geographic: “Apophis había sido seguido intermitentemente desde su descubrimiento en junio del 2004, pero en diciembre del 2005, comenzó a causar preocupación. Proyectando la órbita del asteroide en el futuro, los astrónomos habían calculado que las probabilidades de que golpeara la Tierra en 2029 eran alarmantes.” Aunque algún tiempo después, la amenaza de un impacto había sido descartada para el año 2029, en realidad, a medida que pasa el tiempo, las probabilidades de un desastre global parecen ir en franco aumento. Según este mismo artículo, Alan Fitzsimmons, un astrónomo de la universidad Belfast: “Cuando pase cerca de nosotros el 13 de abril de 2029, la Tierra lo desviará y cambiará su órbita. Ese desvió estiró la posibilidad de choque para el año 2036.
En la NASA la preocupación ha llevado a la creación de comisiones y foros especiales dedicados exclusivamente al tema. A grandes rasgos, hay dos grandes conclusiones sobre el tema como son:
1. La necesidad de crear una misión espacial destinada a crear la tecnología e instrumentos del caso para desviar el curso del asteroide, de ser necesario, y construir un radar para monitorear la posición del mismo constantemente a partir del año 2013; y
2. La decisión de desviar o no artificialmente el curso de Apophis deberá ser tomada en el año 2021, pues de tomarse en el 2029, como lo sugieren otros científicos, como Fitzsimmons, si falla la misión, ya no habría una segunda oportunidad. La NASA estima además que existe un 20% de probabilidad de que el impacto si sea en el 2029, y no en el 2036, por lo que estaríamos hablando de la única posibilidad real de evitar el desastre.Según el profesor Fitzsimmons, al plantear los probables métodos empleados para lidiar con la amenaza: “La ventaja de la propulsión nuclear que brinda mucha energía. (…) La cosa negativa es que… no la hemos fabricado todavía”. De no lograrse nada por medios tecnológicos, se cree que el asteroide impactaría o sobre la costa occidental de México, o en pleno Océano Pacífico, generando una cantidad apreciable de polvo, en el primer caso, y por tanto simulando los efectos de un invierno nuclear. En el segundo caso, serían un sinfín de tsunamis que afectarían a todas las poblaciones que viven a nivel del mar, pero en especial las que circundan u ocupan el área del Pacífico.
Consecuencias del ApophisSin duda, este asteroide no es un temor infundado más, producto de algún tipo de histeria en masa, sino una verdadera amenaza. Sin embargo, cuando el asteroide esté cada vez más cerca de nosotros, los mensajes apocalípticos seguramente inundarán las primicias y titulares de los grandes medios de comunicación de forma progresiva, y podrían aparecer de todas maneras fenómenos de histeria colectiva, sectas pregonando el fin, y con todo ello, las peores y mejores cualidades humanas. Los unos pregonando el fin, y explotando el fenómeno en su propio provecho, o de acuerdo a sus delirios y psicosis hasta entonces reprimidas, y los otros, trabajando para contener la insensatez y evitar el desastre. Un desastre mucho más peligroso del que es capaz el asteroide Adophis por sí sólo.
Volviendo a las películas de ciencia ficción, hay seguramente innumerables errores de apreciación y aplicación del conocimiento científico. Las dimensiones del asteroide por ejemplo, no serán del tamaño de Texas como en las películas Armageddon o Impacto profundo. Ciertamente el asteroide no será descubierto con unos pocos días de antelación, pues afortunadamente ya sabemos de su existencia. Ni mucho menos explotará el asteroide en mil pedazos medio segundo antes de impactar, gracias a una misión espacial suicida, diseñada en un par de horas, y conducida por hombres y mujeres dispuestos a sacrificarse por su propia especie. Tampoco caerán unos residuos “más pequeños” del asteroide como “preaviso” selectivamente sobre Nueva York y París, ciudades que han sido destruidas de mil y un formas en diferentes escenarios virtuales del séptimo arte. Al menos no por ahora.
Y como las apuestas están 5 a 1 a favor de que no habrá impacto alguno para el 2029, algunos científicos vanidosos exclamarán: “Te lo dije”, para demostrar su incuestionable superioridad moral e intelectual, en caso de ganar su apuesta para ese año. Con la misma certeza, y sabiéndose dueños de la verdad absoluta, o quizás, víctimas de la frustración por no ser escuchados o tenidos en cuenta para liderar la respuesta a esta amenaza real, algunas supuestas mentes brillantes de pronto sucumban ante la presión de lo esotérico, y del absolutismo, y pretendan condenar a la hoguera a quienes se atrevan a disentir de su pensamiento. Si le sucedió a Isaac Newton, quien no dudó usar su poder para mandar a más de uno a la hoguera por atreverse a contradecir sus teorías, que no le puede pasar a casi cualquiera, supongo yo. De manera lamentable, quizás intenten arrastrar consigo al abismo existencial a otras personas consigo, al igual como en las lamentables tragedias de Tokio, Uganda o Guyana.
La ciencia convertida en religión apocalíptica. O la religión convertida en ciencia apocalíptica. A veces me pregunto, hasta qué punto el reto será mayor para los verdaderos hombres y mujeres de ciencia, y hasta qué punto lo será para los líderes religiosos que si encarnan y tratan de recoger con honestidad y entereza su verdadero legado espiritual. Es muy importante aclarar que la lucha no será entre fe y razón, pues este debate ya quedó superado con Santo Tomás de Aquino, hace 700 años. La pelea será, como siempre, entre falsos y verdaderos profetas, y la analogía cae como anillo al dedo a los hombres y mujeres que pretenden utilizar la ciencia como un medio para fines más bien egoístas, y muy poco altruistas, en contraste con quienes entienden a cabalidad una verdad tan simple como la de que la ciencia debe estar al servicio del hombre.
Gracias a Dios, unos pocos trabajarán en silencio, harán las observaciones del caso, y emplearán los medios a su alcance para detener el curso inclemente de la gigantesca roca. Con ese objetivo específico en sus mentes y vidas, no tendrán tiempo para discusiones metafísicas sin sentido, ni mucho menos para dedicarse a la ciencia con fines ególatras. Eso sí, escucharán toda sugerencia constructiva y alternativa que pudiere ayudar a solucionar el grave problema. Les dará lo mismo si la sugerencia la hace un humilde aborigen, o si la emite una mente reconocida a nivel mundial como una inminencia. Simplemente pondrán sus conocimientos al servicio del hombre, como debe ser. Y como debería haber sido siempre.
Tal vez por eso, la verdadera ciencia, ante todo, es un acto de humanismo.
* NEO: Near Earth Object (en inglés: objeto cercano a la Tierra) http://www.equinoxio.org/columnas/un-acto-de-humanismo-1194/Por lo que se vé, la NASA cree que el impacto sería en el 2029 y no en el 2036.
