Cada vez más, lamentablemente, el deporte es un negocio que enriquece a unos pocos, convirtiendo el espectáculo en pura estafa.
El ejemplo de este tenista rumano es muy elocuente, pero podemos ver competiciones manipuladas sutilmente en muchos otros deportes, como bien ha podido comprobarse hoy en el Mundial de Fútbol o en la F1, competiciones ambas dominadas por organizaciones privadas (FIFA y FIA) gobernadas por millonarios octogenarios que llevan décadas en sus puestos llenándose los bolsillos.