Nieblas de Masa de Aire:
La niebla de radiación es un fenómeno de masa. El aire permanece estacionario o en movimiento lento, enfriándose por pérdida radiativa de calor sensible. El enfriamiento radiativo es, primordialmente, un fenómeno de tierra firme, aunque a veces desempeña un papel menor en la formación de nieblas marinas.
Los requisitos indispensables para que se forme niebla por radiación son:
a) Humedad relativa elevada junto a la superficie terrestre, El vapor de agua estará ya presente inicialmente, en los 100 metros inferiores aproximádamente, o bien se incorporará a la atmósfera por evaporación desde una superficie mojada. Bastará poco enfriamiento para alcanzar el punto de rocio;
b) Cielo despejado o parcialmente nuboso, Esto permite que ocurra un fuerte enfriamiento radiativo por la noche, en el suelo y en las capas inferiores de la atmósfera;
c) Vientos ligeros en superficie Si el aire está en calma sólo puede formarse rocío o una niebla en tierra de poco espesor. Si soplan vientos moderados o fuertes dispersarán la niebla e inducirán al desarrollo de nubes de turbulencia ( estratos o estrato cumulus ). Las velocidades más favorables se encuentran entre 2 y 8 nudos.
El enfriamiento superficial suele dar lugar a una inversión junto al suelo antes de que comience la condensación, pero en cuanto se forma la niebla el gradiente de temperatura se hace aproximadamente isotermo. Eventualmente la inversión desplazada se encuentra cruzando lo alto de la niebla. La pérdida de calor por radiación superficial terrestre queda casi enteramente interrumpida por un estrato de niebla, con lo cual todo enfriamiento subsiguiente tendrá lugar desde la superficie exterior de la misma niebla.
Algunas nieblas de radiación apenas tienen un espesor de pocos metros, constituyendo una niebla de suelo. En general la niebla es coextensiva con la capa de fricción y ésta tiene un espesor de tan sólo unos centenares de metros, debido a los vientos ligeros y a las condiciones estables. Casi todas las nieblas de radiación tienen espesores que no suelen sobrepasar los 100 metros y poseen una superficie superior nítidamente marcada. A menudo le resulta difícil a un piloto, cuando se aproxima al aeropuerto, distinguir una niebla espesa de un estratus.
Una niebla de radiación puede subsistir a pesar de haber desaparecido las condiciones que la hicieron posible. En consecuencia una cobertura nubosa extendida a un nivel por encima de ella puede impedir su dispersión hasta bien corrido el día. A medida que se despeja, la niebla puede convertirse en stratus o fractostratus. Cabe denominarla niebla elevada.
Noches largas y temperaturas bajas en tierra ocasionan generalmente nieblas. Ello es típico de la estación invernal, si bien el enfriamiento estacional del terreno es a menudo mayor en otoño, en algunas regiones donde predomina el cielo despejado en ese período del año. Ocasionalmente, nubosidad y precipitación en el día anterior ayudan a desarrollar nieblas, al producir gran humedad y baja temperatura antes del enfriamiento nocturno cuando el cielo se despeja.
Por término medio, la temperatura mínima nocturna ocurre hacia el amanecer, si bien la frecuencia máxima tiende a situarse una hora más tarde. Esto se debe a un inicio o ligero aumento de la turbulencia que incrementa el espesor de una niebla ya existente, o produce su formación allí donde sólo se había formado inicialmente rocío.
La topografía y las condiciones del terreno producen nieblas de radiación muy localizadas. El drenaje catabático de aire frío y el enfriamiento nocturno marcado, en áreas circunscritas o bordeadas, conduce a bancos de niebla en valles, navas, etc. Ríos, lagos y zonas pantanosas suministran vapor de agua adicional para ciertas formaciones.
También dentro de una masa única de aire se forman nieblas de advección. Se desarrollan cuando un aire, procedente de una localidad donde predomina un determinado régimen térmico, es advectado ( transportado horizontalmente ) a otra donde ese régimen es distinto. Esto puede acontecer de una de las dos maneras siguientes: por aire claro advectado a través de una superficie fría o por aire frío advectado a través de una superficie cálida.
En el primer caso, el enfriamiento por contacto con la superficie produce este tipo de niebla de advección. Dicho enfriamiento ocasiona primeramente una inversión superficial y la turbulencia distribuye luego el enfriamiento a través de las capas inferiores. La niebla se forma cuando se ha producido suficiente enfriamiento. La radiación contribuye a menudo al efecto, en cuyo caso la niebla es de advección – radiación.
Si un aire cálido y húmedo se mueve despacio sobre una superficie fría del mar durante largo tiempo, pueden desarrollarse nieblas marinas. El rápido enfriamiento en las capas bajas genera a veces brumas y nieblas cuando un aire continental húmedo se traslada sobre una superficie fría del mar. Pueden darse también nieblas si el aire se mueve sobre un suelo nevado o helado.
A menudo se forman nieblas de advección como resultado del transporte de aire frío sobre una superficie de agua caliente. Rápidamente se organiza un evaporación desde esta superficie, dado que la presión del vapor encima de ella es menor que la presión saturante a la temperatura del agua. Mientras dura la estratificación estable o la inversión en el aire frío, persiste una delgada niebla humeante.
Sin embargo, el calentamiento del aire frío por contacto con el agua caliente y por cesión del calor latente destruye eventualmente la estabilidad, lo que acaba por dispersar la niebla, aunque la evaporación humeante desde la superficie del agua puede continuar.
Otra forma de niebla de advección es la de ladera. Se desarrolla cuando el aire se satura al enfriarse por expansión adiabática, a medida que se mueve cuesta arriba hacia presiones menores. El aire debe sin embargo, tener inicialmente una gran humedad y la ladera debe ser extensa. En la saturación predominarán condiciones estables.