Nuevamente, por estas fechas, los periódicos locales suelen recordar aquella efeméride.
El Diario Sur analiza cómo se comportó la ciudad ante aquella sucesión de avenidas de agua que tuvimos casi sin descanso durante 40 días.
Estoy de acuerdo con gran parte de lo que se comenta, con el nuevo encauzamiento del Guadalhorce, la construcción de Casasola y la actuación distintos arroyos de la parte baja, el desastre aquel no se debería repetir. Eso sí, inundaciones locales, con aquellas lluvias, de nuevo las habría.
El enlace al artículo20 AÑOS DE LAS INUNDACIONESMálaga no sufriría hoy una riada como la de hace veinte años
IGNACIO LILLO | MÁLAGA
El encauzamiento del Guadalhorce y la presa de Casasola tienen capacidad para afrontar el doble de agua de la que cayó entoncesSe han levantado 370 diques y se han plantado 2,5 millones de árboles
Los técnicos coinciden en que no se puede bajar la guardia, sobre todo frente a la erosión
El 14 de noviembre de 1989 está marcado en rojo en la memoria colectiva de los malagueños. Esa jornada negra, el agua acumulada tras varios días de precipitaciones continuadas rompió en una espectacular riada que dejó seis víctimas mortales y millones de euros de pérdidas. Por fortuna, la ciudad aprendió aquella lección y hoy sería casi imposible que se repitiera una catástrofe como aquella, según coinciden en destacar los principales expertos en hidrología de Málaga, consultados por este periódico cuando está a punto de celebrarse el vigésimo aniversario de aquel evento. Al encauzamiento del río Guadalhorce, la recuperación de su desembocadura y la presa de Casasola se unen las labores de reforestación y de construcción de diques y escolleras en los arroyos, que han creado un sistema capaz de hacer frente a más del doble de agua de la que cayó entonces (lo que se conoció entonces como el Plan de Defensa de Málaga frente a las Inundaciones). Entonces se alcanzaron los 400 litros de lluvia en veinte días y caudales de más de dos mil metros cúbicos por segundo.
Sin embargo, los técnicos coinciden en que no se puede bajar la guardia, para lo que es necesario seguir avanzando en el control de la erosión del suelo, mediante la reforestación y los usos agrícolas, y en la vigilancia para que los cauces estén libres de obstáculos -y de viviendas- para que puedan desaguar a su máxima capacidad cuando sean necesarios.
La primera clave es el encauzamiento de la desembocadura del Guadalhorce y su área de influencia. Juan Manuel Calvo, jefe de servicio de Dominio Público Hidráulico de la Dirección Provincial de la Agencia Andaluza del Agua, explica que los trabajos ocupan una extensión de siete kilómetros, con un coste de 90 millones de euros, mientras que el delta pasó de 50 a 300 hectáreas. «Ahora la capacidad de desagüe del Guadalhorce es de 4.500 metros cúbicos por segundo. Tal y como está tendrían que producirse el doble de lluvias de las del 89 para que hubiera alarma en esa zona», afirma. De hecho, Calvo recuerda que la riada alcanzó un caudal de unos 2.000 metros cúbicos por segundo.
En este punto, el investigador José Damián Ruiz-Sinoga, profesor de Geografía Física de la UMA, afirma que se trata de una infraestructura «sobredimensionada y absolutamente efectiva». Y agrega: «El Guadalhorce se ha resuelto, aunque cualquier río Mediterráneo tiene una llanura de inundación, así que si se cultivan chalés en vez de naranjas tendremos un problema».
El río Campanillas, afluente del Guadalhorce, tiene importantes crecidas invernales. En aquel noviembre de 1989 su contribución fue clave en la magnitud del desastre. Para Juan Manuel Calvo, la presa de Casasola, que lamina (frena y regular) el agua del Campanillas, permite garantizar que los aportes se hagan de una forma controlada, y no toda la avenida directa cuando se inunda la cuenca y así incrementa en menor cantidad el caudal de punta del Guadalhorce.
Escolleras
En este punto, Calvo afirma que en el control de las avenidas son fundamentales las presas: «La de 1989 fue mucho menor gracias a las del Guadalhorce y Guadalteba, que no soltaron ni una gota durante los días de la riada, sino que se desaguó cuando ya el río traía mucho menos caudal. Gracias a eso no se produjeron mas daños».
Por su parte, desde la Delegación Provincial de la Consejería de Medio Ambiente se hace especial hincapié en las medidas de gestión y control que todavía hoy se sigue acometiendo en los arroyos de toda la provincia y en las labores de reforestación en el curso alto de los ríos que se han llevado a cabo en estas dos décadas. Un responsable de este departamento explica que se han acometido obras en todos los cauces incluidos en el Proyecto de Corrección elaborado tras la riada, y se han finalizado todas las obras de hidrotecnia proyectadas, que han supuesto la construcción de más de 370 diques, con una inversión de 20 millones. «Si se unieran todos los que se han acometido en estos años tendrían el mismo volumen que la pirámide de Keops», afirma. De hecho, en este momento está en construcción un nuevo dique en el término de Árdales.
A su vez, se han repoblado los cauces del arroyo Jaboneros, del río Campanillas y la cuenca alta del Guadalhorce, en el Parque Natural de la Sierra de las Nieves. «Se han repoblado dos millones y medio de árboles en las cuencas altas del Guadalhorce, Turón, Guadalmedina y Caparaín, entre otros, y se ha restaurado la vegetación de ribera de los cauces de los ríos Guadalhorce y Guadalmedina», concreta. Málaga está más preparada que nunca para hacer frente a la lluvia, pero nada se puede dejar al azar.