Evidentemente la advección (importación de aire frío) es fundamental, y quizás las previsiones de los mapas de isotermas pudieran haberse quedado cortas.
Hemos estado hablando esta mañana en el trabajo con otro compañero al respecto, y me ha hecho notar una cosa quizás importante: el estado tan seco del suelo.
Es sorprendente que a mediados de noviembre estén los campos de cultivo de la cuenca del Ebro tan polvarientos. Para mi fue insólita la situación que viví el pasado miércoles, cuando el cierzo arrastraba una polvareda hasta la Segarra como si fuera una tormenta de polvo: visibilidad horizontal de unos 10 km y todos los árboles cubiertos de polvo como si se hubieran salpicado.
El hecho de tener la tierra tan seca la convierte en más eficiente para irradiar calor, puesto que la humedad que en otros noviembres hubiera albergado (la insolación limitada impide evaporar rápidamente la humedad de unas lluvias de otoño que este año han sido inexistentes), hubiera retenido parte de esta radiación y por ende impedido un enfriamiento tan acusado de los niveles a ras de suelo. Evidentemente, la rápida subida de la presión atmosférica y el cese del viento el pasado viernes, ayudaron y de que manera a que todo el enfriamiento fuera súbito ... y es que la nevera ibérica ya hacía unos días que estaba en funcionamiento, y precisó sólo del empujón de la advección del miércoles-jueves para convertirse en un congelador.