Ya sabíamos que las grandes erupciones volcánicas son capaces de provocar modificaciones en el clima de la Tierra, incluso afectando a grandes áreas del Planeta. Un estudio reciente relaciona la actividad de los volcanes con la intensidad de las temporadas de huracanes en el Atlántico Norte.
Si analizamos la ubicación de las erupciones que en el pasado trajeron un cambio apreciable en la temperatura media del Planeta, nos percatamos de que todos estos volcanes están localizados entre los Trópicos de Cáncer y Capricornio: Pinatubo en Filipinas, que estalló en junio de 1991, Chichón (México, que estalló en 1982), el Monte Agung (Indonesia, 1963), Santa María (Guatemala, 1902)...
... Y como no,
el que seguramente provocó una alteración mayor en la historia moderna de la humanidad, el Krakatoa (Indonesia, 1883) por no dejar tampoco sin mencionar la montaña Tambora (Indonesia, 1815).
Amato Evan, del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Virginia, en Charlottesville, Virginia, EE.UU.
acaba de publicar en Journal of Geophysical Research, un estudio que relaciona el efecto de dos grandes erupciones volcánicas recientes en la actividad de la temporada de huracanes del Atlántico Norte.
Concretamente se ha fijado las erupciones que tuvieron lugar en El Chichón, México (1982) y Pinatubo, Colombia (1991), llegando a la conclusión de la actividad de los huracanes se vio mermada de forma significativa en las temporadas de huracanes en el Atlántico siguientes.
Según Amato Evan, episodios volcánicos tan importantes cargan la estratosfera con aerosoles de sulfatos de larga permanencia en la atmósfera, alterando el clima mundial mediante la redistribución de la radiación solar de onda larga y onda corta, enfriando las aguas superficiales y profundas de los océanos tropicales.
Sus observaciones demuestran, a través de mecanismos directos e indirectos, una relación causal entre las temperaturas superficiales del Atlántico al mar en esos años y la temporada de huracanes del Atlántico, afectando a la frecuencia, duración e intensidad de los sistemas tropicales. Dicha relación debe mostrarse como una teoría totalmente demostrada en un futuro si sus investigaciones prosperan.
Para ello, Evan, utiliza modelos numéricos que tienen en cuenta también la actividad de los ciclos activos del Niño y la Niña así como la presencia en la atmósfera de los aerosoles de sulfatos.
Os dejo, por si os interesa, este artículo su subí hace unos meses cuando tuvo lugar la erupción del Eyjafjallajökull, en el que
se mostraban una serie de claves para entender el impacto de los volcanes en el clima.