Caso I: irrupción polar oceánica (vientos de noroeste).Como hemos comentado, en situaciones genéricas (puesto que entrar en concreciones es ciertamente ilógico), se produce una configuración así con un alto índice de circulación zonal, con dos centros de acción bien diferenciados y marcados espacial y temporalmente. Veamos un ejemplo de ello:
Tenemos una irrupción de noroeste en superficie bastante contundente que arranca prácticamente en Groenlandia y que atraviesa la península ibérica. En capas altas tenemos que denotar la presencia del chorro, intuyéndose un máximo relativo al sur peninsular. De este modo, todo el territorio peninsular queda expuesto a la irrupción polar.
El chorro, a su vez, se manifiesta con una tendencia difluente, que se hace más precisa ya al sur de la isla de Cerdeña. Es más o menos en este entorno donde comienza a configurar una vaguada con cierta independencia, que se amplifica en los Balcanes. A su vez, en nuestro país se establece una vaguada más pronunciada en amplitud, lo que permite que en capas altas al este peninsular sople del III cuadrante a la par que en superficie ya ha entrado del II cuadrante (en definitiva, suroeste u oeste en altura y noroeste en superficie). Se observa igualmente un entorno favorable a generar una baja secundaria (seguramente existente a nivel meso-escalar) entre los Pirineos y el extremo sur del Sistema Ibérico, debido a que en capas medias y altas se deduce un pico de vorticidad ciclónica (sector delantero de la vaguada).
Bajo esta premisa, se ha producido el paso de un frente cálido y otro frío que ya abandonaron o abandonan la Península, puesto que previamente soplaba suroeste en todas las capas, tras lo que se produce una irrupción de noroeste que marca el límite del frente frío.
En el momento de atravesar la Península, y a juzgar por las temperaturas en capas medias como ahora veremos, la cota de nieve se mantiene elevada (masa de aire procedente del suroeste, previa a la irrupción polar de noroeste). Sin embargo, en cotas altas donde se produzcan nevadas, serán muy cuantiosas, pues el calor específico de las masas de aire advectadas a la Península (desde el suroeste) es mayor que si estas masas provinieran de noroeste, hecho que denota que el ambiente presenta mayor contenido de vapor de agua.
En el mapa de temperaturas a 850 hPa, seis horas previo al mapa anterior, se intuye la disposición de vientos de suroeste en el territorio peninsular gracias a la orientación de isotermas como la de 0ºC y 5ºC además de las distintas isohipsas de los 850 hPa. A la par, se intuye cómo se va advectando noroeste desde el Atlántico. (También se observa una importante seclusión cálida al norte del Reino Unido debido a la profundidad de la borrasca del mapa anterior, pero eso es otra cuestión).
Nevadas cuantiosas o muy cuantiosas se deducen en cotas altas (claramente superiores a los 2.000 metros) de los Sistemas Béticos. Conforme nos desplazamos al noroeste, la cota se reduce, posiblemente hasta los 700 metros en Galicia, aunque las precipitaciones también al suponer que la parte más activa del sistema frontal (cálido) ya atravesó la zona a juzgar por las ondulaciones de las isobaras en superficie y la importante confrontación de masas de aire al sur peninsular. En el momento de atravesar el noroeste, la cota de nieve sería muy superior a esos hipotéticos 700 metros. No obstante, al existir vientos de suroeste, la inestabilidad es generalizada.
Una vez comienza a entrar noroeste a todos los niveles, la cota de nieve típicamente desciende más rápido, se produce la incursión polar prácticamente de forma súbita, como vemos en el primer mapa de configuración a 500 hPa y superficie. Enlazamos ahora el mapa de temperaturas a 850 hPa:
Ya se observa cómo el viento de noroeste ha surtido efecto en la distribución de las masas de aire, incursionando la isoterma de 0ºC hasta Extremadura y centro de la meseta. Ya se produjo el paso del sistema frontal frío o se dejan notar los últimos efectos de noroeste a sureste y la inestabilidad (salvo matices) se va reduciendo igualmente en este sentido, con una cota de nieve reduciéndose de forma progresiva (tampoco en exceso, puesto que la temperatura en capas medias no es tan reducida, aunque a 500 hPa se baja de - 30ºC en el cuadrante noroccidental).
Los matices en la distribución de la precipitación los aporta la orografía. Al soplar noroeste, en el entorno de Galicia y Asturias principalmente, aun no existiendo un sistema frontal conciso, se concentra inestabilidad que será tanto más significativa en cuanto que el flujo de noroeste lo sea igualmente. Se debe fundamentalmente al gran recorrido oceánico del viento de noroeste precursor de la irrupción polar, en combinación con la distribución de sistemas montañosos hacia el interior de ambas comunidades (macizo galaico y cordillera cantábrica). Pero no sólo se concentra inestabilidad, también aire frío, ya que al ser más pesado, le cuesta más remontar un sistema montañoso. Empero, el gradiente de presión es importante.
A ello se le suman dos factores que propician una cota de nieve más reducida de lo que cabría esperar atendiendo únicamente a la temperatura a 850 hPa. También un tercero que lo dificulta.
- La temperatura a 500 hPa, que, observando el correspondiente mapa y que no adjuntaré por no excedernos aún más, es de -30ºC o ligeramente inferior al noroeste. Estos - 30ºC suponen un gradiente térmico vertical significativo, activando de tal modo la convección. Cuando se origina convección, en superficie y debido a mecanismos diversos, los descensos bruscos de temperatura (a los que llamaremos “desplomes”) se suceden y provocan una depresión a micro-escala en las distintas superficies isobáricas. En definitiva, al producirse el “desplome” térmico, se produce otro “desplome” en la cota de nieve, pudiendo caer en este caso incluso a unos 500-600 metros. Esta presencia de convección también puede desencadenar granizo de pequeño tamaño y nieve granulada.
- El geopotencial. El geopotencial es un factor que no hace referencia a una altitud expresada en términos geométricos, si no en términos de la energía potencial. Esta se asocia con la gravedad terrestre y se presuponen distintos niveles equipotenciales. Debido a cuestiones de flotabilidad, al cambiar la naturaleza térmica de la masa de aire, se producen variaciones en la vertical y por tanto, cambia su energía potencial. En situaciones de gran gradiente bárico en superficie y capas medias, el geopotencial desciende en la dirección opuesta a la del gradiente, por lo que el geopotencial será mínimo en el núcleo de un área de bajas presiones. Lo que esto supone en realidad es una depresión o concavidad en las distintas superficies isobáricas. En el caso que nos compete, el geopotencial o altitud a la que se encuentran los 850 hPa en Galicia-Asturias (y que podemos ver en el tercer mapa adjunto) es de alrededor de 1.350 metros, lo que suponen 150 metros de depresión. Sin embargo, debido a la relación que existe entre el geopotencial y el gradiente bárico (y por consiguiente con el viento, siendo acentuado), la presencia de inversiones térmicas en capas medias y bajas es nula, pues no se da lugar a procesos de subsidencia. Mas el perfil con noroeste en este sector es húmedo, dificultando aún más la presencia de inversiones.
Al no existir éstas, la temperatura desciende casi idealmente siguiendo el descenso marcado por la adiabática y pseudoadiabática. Así, salvo que se produzcan chubascos convectivos, en cuyo caso sí que originarán inversiones térmicas a micro-escala, no existirán grandes sorpresas en la cota de nieve. - La humedad relativa en capas inferiores. Se trata de un factor muy importante en cuanto a la cota de nieve. Para empezar, si el perfil troposférico es muy húmedo en capas medias y bajas (típico en Galicia con noroeste), la temperatura poco después de abandonar la superficie descenderá siguiendo el régimen pseudoadiabático, esto es, 0.5/0.65ºC de descenso térmico por cada 100 metros de ascenso altitudinal, debido a la liberación del calor latente de evaporación. De este modo, el descenso térmico se verá moderado por el vapor de agua y sus procesos de condensación. A esto se le suma, que una vez se forma el copo de nieve en capas medias, en el recorrido que realiza hasta la superficie, incorpora vapor de agua y agua líquida que potencian su colapso y fusión. Un último aspecto es relevante, y es que, cuando el perfil se encuentra muy saturado, las precipitaciones que caen a través del mismo desde capas medias, no experimentan un proceso evaporativo y por consiguiente no otorgan un enfriamiento al entorno. De este modo, los desplomes (a no ser que se produzcan chubascos intensos) de temperatura y consecuentemente de cota de nieve no serán relevantes.
Por este último aspecto de la humedad relativa principalmente, una irrupción polar oceánica no suele ser nunca extraordinariamente fría (como insisto, nos referimos a generalidades), pues el contenido higrométrico que posee es bastante notable, por lo que la inestabilidad sí que lo será.
Así pues,
con flujo de noroeste u oeste-noroeste (advección polar oceánica), en definitiva, de gran recorrido a través del Atlántico, exento de un sistema frontal claro, las nevadas serán abundantes en cotas medias de Galicia y Asturias, disminuyendo la inestabilidad conforme nos desplazamos hacia el Cantábrico oriental (si el flujo, como digo, es más orientado a oeste que a norte). También se dan nevadas más relevantes en el Pirineo occidental (navarro y aragonés), fundamentalmente en cara norte. El valle del Ebro con noroeste (como insisto, de advección y no asociado a un sistema frontal), puede actuar negativamente en el interior del País Vasco, La Rioja y sur de Navarra, pues se desencadena “cierzo” que origina divergencia.
De forma menos relevante (a no ser que la advección de noroeste sea muy significativa), se producen nevadas en las provincias colindantes con el Sistema Central por su vertiente septentrional, más concretamente en la provincia de Segovia, por lo general, a cualquier cota dada la altitud que este entorno presenta.
Hecho distinto se produce al inicio de la irrupción polar de carácter oceánico, es decir, con el frente frío que da pie a la misma, atravesando la Península de noroeste a sureste. Previamente a la entrada del frente frío, la cota de nieve suele ser elevada, a no ser que anteriormente se hubiera producido otra irrupción polar, oceánica o no. Si así fuera, el nuevo frente frío, separaría una masa de aire frío de otra de aire más frío aún, por lo que la cota de nieve previamente sí que puede ser relativamente baja.
En todo caso, la masa de aire más fría que irrumpe, la advección polar
stricto sensu, acontece inmediatamente después del frente, por lo que es habitual que en distintas áreas de la Península empiece lloviendo y termine nevando, principalmente en la submeseta sur.
Si la irrupción polar es notable, con unas isotermas a 850 hPa que rápidamente descienden claramente a negativo, terminará nevando en todas las capitales de provincia castellanoleonesas, principalmente las de la mitad occidental, con una cota de nieve que suele ser de 600 metros. Cota que puede ser menor en Galicia y Asturias por lo ya comentado.
El Sistema Central marca una línea divisoria bastante notoria con estos frentes, tanto en inestabilidad como en aire frío. A sotavento del mismo, las precipitaciones, más allá de su propia ladera, son prácticamente irrelevantes en muchos casos (llano madrileño, noroeste de Toledo y oeste de Guadalajara) debido al “efecto föhn”, más acentuado cuanto más aire frío en capas medias-bajas exista, pues el nivel de condensación estará más cerca de la superficie. Otra cosa es que a 500 hPa la temperatura sea realmente reducida, en cuyo caso si es más proclive a que algunos chubascos, como ahora veremos, atraviesen la sierra sin tanta dificultad.
Lo que el “efecto föhn” ocasiona, es un calentamiento adiabático según se desciende por la ladera meridional del Sistema Central, perdiéndose humedad relativa y ganándose temperatura. De modo que, a la par que la inestabilidad se reduce, la cota de nieve aumenta y si en la vertiente norte era de 600 metros, ahora puede ascender a 800. No hemos de olvidar igualmente, el föhn a sotavento de la Cantábrica.
Sin embargo, y aunque no es un hecho muy frecuente, sí hemos podido observar como en ocasiones y sin existir flujo de levante en superficie, el frente frío se reactiva a sotavento. Una explicación, a juzgar porque ello sucede cuando el flujo de noroeste es muy intenso, puede ser que sea debido a la perturbación que el sistema montañoso infiere sobre el propio flujo de vientos a sotavento, originando una posible baja meso-escalar. Baja especialmente comparándola con la cara de barlovento, donde existe un excedente de masas de aire (el noroeste las agolpa).
La “reconfiguración” del frente frío, en general se produce al sur del entorno anteriormente descrito y más específicamente en la provincia de Cuenca, por su disposición orográfica con la serranía conquense al noreste. No obstante, cuanto más nos alejamos del noroeste de la Península, más alta suele ser la cota de nieve. Otra reactivación de la inestabilidad se suele producir, como ya comentamos con anterioridad, en la provincia de Jaén, a barlovento de la Bética jiennense.
Existen excepciones que logran paliar las consecuencias del “efecto föhn”. Es raro que en capas inferiores al menos, la parte delantera del frente procedente del noroeste, asocie la misma componente que la de su desplazamiento. Básicamente porque el sistema frontal en realidad supone una confrontación de masas de aire, confrontación que sería irrelevante si no existiera un cambio en el flujo de vientos.
Perfectamente puede asociar vientos del sureste en la ladera sur del Sistema Central fruto de la presencia de un pequeño núcleo de bajas presiones al sur de la submeseta sur, en ese caso, el frente puede experimentar incluso una reactivación al originarse una línea de convergencia, tanto con su superficie de avance (confronta sureste por delante del frente con noroeste por detrás) como con el propio sistema montañoso.
Debido a las apreciaciones ya vistas, la temperatura con un frente frío de estas características, en el supuesto de no asociar gran convección que desencadene “desplomes” en capas medias y bajas, debe ser, en superficie, muy próxima a los 0ºC para ver nieve, pues la inexistencia de inversiones térmicas debido al gran gradiente bárico, hace que el nivel de congelación esté concentrado a una altura relativamente uniforme. En el caso de los chubascos post-frontales la situación cambia ya que la temperatura en capas medias-altas (como los 500 hPa) se puede desplomar. Esto genera el gradiente necesario para originar convección y ésta asociar desplomes en capas inferiores como ya hemos comentado. Ello supone, que la temperatura en superficie previa a un chubasco puede ser de 6ºC, por ejemplo, y al llegar el chubasco puede directamente precipitar en forma de nieve, porque la temperatura a 850 y 500 hPa es muy baja aún no siéndolo en superficie. A su vez, la humedad debe ser no muy elevada para no producirse el colapso del copo de nieve en tanto que atraviese sectores con temperatura positiva.
De este modo, a la hora de realizar una predicción posterior al paso de un sistema frontal frío, es importante observar la temperatura a 850 hPa y, sobre todo, a 500 hPa a la par que la humedad relativa a 850 hPa y en superficie. En estos casos, la altitud respecto del nivel del mar, no juega un papel tan importante como en otros casos. En muchas ocasiones, se asocia nieve granulada, granicillo o granizo blando con estos chubascos.