DIARIO DE MALLORCA, HOY :

Meteorosexual
 

MATÍAS VALLÉS

Wittgenstein tenía fama de rechazar la conversación trivial -"¿cómo te encuentras?" y demás vulgaridades- para adentrarse de inmediato, y aun ante desconocidos, en las cuestiones filosóficas que le abrumaban. Vivimos tiempos dignos de ese orfebre del lenguaje, porque tampoco hoy nos despistamos con fruslerías. En cuanto nos encontramos a otro ser humano, abordamos la cuestión actual de mayor densidad, qué tiempo hace. Así ha surgido el hombre meteorosexual, que registra isobaras, índices de pluviosidad y temperaturas máximas con la minuciosidad que su predecesor, el metrosexual, reservaba para rastrear el nacimiento de cada arruga de su rostro.
La obsesión por el tiempo confirma nuestra pasión por las cosas que no podemos cambiar, lo cual debería incluir a las mujeres. El meteorosexual conoce al dedillo las temperaturas en Johannesburgo durante la próxima semana, así como su variación en la última década. Le importa más el clima atmosférico que la creación de un clima sexual, por lo que ya no es inusual que un hombre se desenganche del clinch con su pareja, al grito de "para, cariño, que creo que se está nublando". Y se asoma sin dilación a la ventana, para verificar si la aparición de nubarrones coincide con el horario previsto.
Este año, el meteorosexual ha vivido un periodo de singular excitación. Recordarán ustedes que nevó en enero, un hecho que por sí solo exacerba la libido de cualquier amante del tiempo que hace. Para que la atención no decayera, en verano se superaron con facilidad los treinta grados, y allí los comentarios meteorosexuales alcanzaron la profundidad de una tesis doctoral. Por si esto fuera poco, en septiembre llovió con cierta asiduidad, un dato que arrastró la pasión a lo orgiástico. No quiero ni pensar en lo que puede ocurrir si hace frío en el invierno al que nos encaminamos, y los fanáticos se desbordan como ríos en deshielo. Incluso los más escépticos debemos reconocer que, no advertir una mano oscura en estos singulares acontecimientos climáticos, equivale a pecar de ingenuidad.