Este año my mother tiene el honor de ser la pregonera de las fiestukis del poblado...

Y na, que me hace ilu ponerlo aqui... espero que mole, aunque quizas capteis del todo su esencia al no ser del poblado...


Hola mis queridos amigos…

   Vaya por delante el saludo más cariñoso para todos y el agradecimiento especial para el Alcalde y su Ayuntamiento, que me han hecho este ilusionante regalo de ser la pregonera de las fiestas de San José.

   Hace mucho, mucho tiempo, una jovencita de dieciocho años viajaba por las curvas del Ricaveral en busca de un desconocido pueblo llamado Abrucena y una escuela con el bonito nombre de Sierra Nevada.

   Llegando, desde la carretera, mi primera impresión fue muy agradable. Allá arriba, al pie de la sierra, un conjunto de casas muy blancas y rodeadas de pinos, almendros, olivos… me daban la bienvenida. Parecía un pequeño belén y yo me sentí feliz.

   ¿Cómo iba a imaginar cuantas cosas viviría en aquel lugar y cuanta vida me dejaría allí?.

   Como veis, este pregón viene lleno de recuerdos. Recordar es volver a vivir.

   Y empezó mi andadura por Abrucena, un pueblo que me recibió con amabilidad y cariño y al que yo he intentado siempre corresponder de la misma manera. Todavía no era la señorita Any, sino “la maestrilla de la sierra”, dicho con gracia y simpatía.

   ¡Mis primeras fiestas!, año 1965. Para mi fueron un descubrimiento. Todos los preparativos para engalanar a San José con tanta devoción. Las meriendas de los toros. Los vestidos de la Función de Iglesia. No podía faltar el ponche y allá que nos fuimos una pandilla de amigos al cortijo de Doña Pepa a por las naranjas. Os aseguro que casi lo dejamos sin cosecha.

   Por primera y única vez, un novillero llamado Ramón Magaña (querido amigo y vecino de Almería) me brindó la muerte de un toro. ¡Que ilusión!.

   Por aquellos tiempos no había en el pueblo mucha diversión… nada de discoteca, no existía la televisión, y sin embargo, lo pasábamos muy bien juntándonos las pandillas de amigos, que con nuestra juventud y alegría teníamos suficiente.

   Ni siquiera había teléfono. ¿Os lo imagináis? Aquel año de 1965 se empezó a rumorear que acaso lo pondrían pronto. Y en efecto, una pequeña centralita se instaló en casa de Ana Gallega. Fue una gran emoción poder comunicarse con las familias ausentes, llamar a cualquier vecino o conocido para darles noticias, buenas o malas, que de todo había… A mi me encantaba aquello y Ana de me hizo de maestra. ¡Solo había treinta números! Aun caminan por mi memoria algunos de ellos: el 1 de Don Manuel el alcalde, el 2 del Ayuntamiento, el 16 de Félix el de la tienda, el 14 de Antonia la del café, el 21 de la farmacia de Don Ángel, el 28 de Fernando el del pescao...

   Hoy día, prácticamente todas nuestras calles están arregladas y bonitas, y se camina a gusto, pero entonces… casi todo empedrado. ¡Si el callejoncillo angosto hablara! Cuantos tacones me dejé allí.

   Cuando bajaba de la sierra, mis botas camperas resonaban como si fueran un regimiento de caballería. Recuerdo una anécdota muy simpática. Un viejecico estaba sentado en su puerta tomando el sol, cuando sentí la voz de su mujer: “¿qué ruido es ese?”. Y muy tranquilo el abuelo respondió “nada mujer, es la maestrilla de la sierra”.

   Llegó el final del curso y yo me despedía de Abrucena llorando sin consuelo. Pensaba que probablemente nunca volvería, pero una persona, José Miguel, me prometió que al año siguiente estaría nuevamente en las fiestas. Y lo cumplió.

   Pasó el tiempo… muchos, muchos años. Cuarenta años de vida en este pueblo, compartiendo alegrías y tristezas. Abrucena ha cambiado, ya no es aquel desconocido pueblecito, sino que ha salido fuera, ha crecido, ofrece encanto y belleza. ¿Quién no ha subido alguna vez a La Roza, paseado por La Jirola, comido en el bar de María, y luego tomado café en cualquiera de los otros bonitos bares que tenemos?.

   En mis recuerdos no puede faltar el Colegio… mis queridos e inolvidables compañeros que siempre estarán conmigo, en mi corazón, y los niños que conocí casi al nacer, que pasaron por mi clase, que me dieron satisfacciones y alguna que otra rabieta. Hubo dos niñas, Juani y Carmen Mari, que llegaron las dos juntas con cinco añicos… y ahora se han convertido en mis hijas. Gracias. Os quiero.

   No os canso más. Solamente quiero deciros que, en estos hermosos días que compartimos, pido de todo corazón a San José que bendiga este pueblo, a toda su gente, y que en estas fiestas y durante toda la vida, os de salud, paz, amor y alegría.

   ¡BENDITO SEA SAN JOSE, BENDITA SEA ABRUCENA!

Podría haber hecho referencia a alguna nevada, pero está muy bien... 

Seguro que hubiera nombrado la del 25 de Marzo del 71... gracias...

La verdad es que a mi me mola bastante, es corto pero dice mucho...

 ¡Solo había treinta números! Aun caminan por mi memoria algunos de ellos: el 1 de Don Manuel el alcalde, el 2 del Ayuntamiento, el 16 de Félix el de la tienda, el 14 de Antonia la del café, el 21 de la farmacia de Don Ángel, el 28 de Fernando el del pescao...

Curioso los números de teléfonos  quien iba a pensar en aquellos tiempos lo que cambiarían las comunicaciones.