Siguiendo con mi presentación en cazatormentas de mis reportajes pretéritos acordes con cada época del año, vamos ahora con uno que elaboré en marzo de 2008. Os dejo con él, saludos:

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Muy buenas, he decidido haceros partícipes de mi paseo de ayer por los montes del valle de Juarros, enclave situado unos pocos kilómetros al este de Burgos. Esta comarca, a medio camino entre la capital y la Demanda burgalesa, es mi segunda casa, por razones sentimentales, y aquí me hallo cada dos por tres.

Primero una imagen de cómo se veían un par de días antes Trigaza (las cumbres del centro de la imagen) y San Millán (extremo derecho de la foto), los techos de Burgos, desde el monte de mi “segundo pueblo”. Esa tonalidad rosada merecía la exposición en el topic.


Al poco de empezar a caminar, observo en el suelo húmedo una huella impresa de tasugo (tejón), por el tamaño de la pisada y el número y paralelismo de los dígitos, si bien uno de ellos, el quinto, no está claramente impreso, y las uñas lo están levemente. (la hoja de la navaja mide 6 cm)


Más adelante me encontré con esta musaraña muerta, presumiblemente envenenada. No soy experto en estos micromamíferos, pero por el sitio en que vivía, sus tres tonalidades (parda en lomo, crema en los costados y blancuzca en la zona ventral), y las puntas rojas de sus dientes, supuse que se trataba de musaraña tricolor (Sorex coronatus).


Mientras discurría por medio de los trigales, aprecié movimiento en la parte media de la ladera contigua, me giré, y, tal como había supuesto, allí estaba el corzo. Se alejó unos metros, y, como es costumbre en ellos, se detuvo a observarme durante un momento, que aproveché para tirarle unas fotos, de las que os pongo unas muestras. Se trataba de un macho, culera inconfundible. Se aprecia la cuerna nueva de este año, y por la observación con prismáticos que me dio tiempo a hacerle yo creo que era horquillón (dos años), pero la ampliación de las fotos no ha ayudado a aclarármelo.




Junto a un ribazo de hierbas altas y matorral, rayano con un trigal, me encontré con esta escena de crimen digna de reconstrucción por los del CSI. Mi humilde deducción de lo sucedido, basada en plumas de perdiz, y huellas y excrementos de zorro, resulta evidente. En esta ocasión el raposo consiguió darse un festín.


A pocos metros, me encuentro una huella de jabalí estupendamente impresa en la tierra blanda de labrantío.


La cumbre nevada del siempre atractivo Mencilla (1932 m) asoma de puntillas.


Entre tanto, negros y amenazantes nubarrones procedentes del oeste avanzan raudos hacia las cumbres de la Demanda.


Al “chocar” con las montañas, las panzudas nubes no tienen más remedio que soltar su carga de nieve.


Éste es el roble “Mazarra”, un quejigo singular, vigilante de un pozo que recibe el mismo nombre, y emblemático para la gente del pueblo.


Su singularidad radica en haber sido el único árbol de esta parte del monte durante mucho tiempo. Esta ha sido zona agrícola y ovejera durante siglos, pero las presiones humana y ganadera se han reducido en las últimas décadas, de forma las bellotas del roble “Mazarra” están originando descendientes que arraigan en los alrededores.


La transformación de la zona queda patente con esta imagen, en la que se aprecia cómo verdean ya las repoblaciones de pinos. Esta repoblación, a pesar de que en la imagen no se aprecia, se compone de 60% pino (nigra + pinaster) y 40% quercus (encina + quejigo). Comprende 250 Ha, y la distribución de los pies fue pensada de acuerdo a las características edáficas y orografía del terreno, de forma que cada especie quede en unas concidiones más o menos adecuadas a sus necesidades. En muchos casos, hay líneas mixtas de las 4 especies, y en otros, separación por rodales en base a estas particularidades. Además, en las zonas más abruptas, rocosas, y con suelo ligero, de la zona, se ha repoblado con Juniperus communis (enebro común) y oxicedrus, enebro de la miera, en mezcla con unas pocas encinas. El enebro de la miera gusta de enriscarse en solanas rocosas, especialmente si son silíceas, con lo que no está mal pensada su utilización en este caso. Estamos haciendo un altruista seguimiento de la repoblación, con podas y eliminación de bolsones de procesionaria de los pinos laricios, por amor al arte, esperamos que, dentro de unos años, haya bosquetes curiosos por estos montes.


Como colofón al paseo, el gigante San Millán (2131 m) y su inseparable lugarteniente Trigaza (2085 m) intentan salir de entre las nubes para despedirse.


Bueno, pues eso es todo lo que quería compartir con vosotros de mi tranquilo paseo de ayer.

Saludos

Buen reportaje.

Me interesa la reforestación... a ver si un día me la enseñas.