Lecciones que dejó El Katrina
Arq. Lenkiza Angulo Villarreal
Jefa de proyecto Cambio Climático
Soluciones Prácticas-ITDG
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El desastre provocado por el huracán Katrina ha suscitado en las últimas semanas diversos comentarios y explicaciones, algunas más acertadas que otras. El recuento de algunas lecciones dejadas por el evento permite entender algunos factores que contribuyeron al desastre. En primer lugar, el suceso confirmó que los desastres no son naturales. El Huracán sólo fue el detonante de daños producidos por la existencia de condiciones de riesgo previas, revelando la inseguridad no sólo del emplazamiento de la ciudad, sino también la existencia de niveles de vulnerabilidad social y económica de significativos sectores de población, aún en la rica y desarrollada sociedad norteamericana.
En segundo lugar, puso en evidencia que es muy importante el papel de la ciencia y la tecnología en la predicción o pronóstico de los eventos potencialmente peligrosos; pero que sin embargo esto no es suficiente si no está articulado a capacidades para dar un adecuado uso social a dicha información y producir una respuesta social rápida y efectiva que privilegie la protección de las vidas humanas. Es conocido que Estados Unidos dispone de sistemas de modelamiento, predicción y monitoreo de huracanes y tormentas. A pesar que se conocía la evolución que seguiría el Katrina, sin embargo esto no fue suficiente para adelantarse y evitar pérdidas humanas y riesgos a la salud inflingidos a millares de personas de escasos recursos. Ello reafirma que la responsabilidad de las instituciones públicas no se reduce a producir información para la alerta, sino también en organizar la respuesta social. La predicción de eventos catastróficos tiene que ser socialmente útil, y que ello sea así no sólo es responsabilidad de la ciencia; sino de toda la sociedad y particularmente de los sistemas gubernamentales encargados de la respuesta, que en el caso de Nueva Orleáns no estuvieron a la altura de las predicciones.
En tercer lugar, la respuesta ante una amenaza de desastre no puede dejarse libremente sólo a decisiones y capacidades individuales de personas y familias, como lo fue en el caso del Katrina, pues estas estarán condicionadas al acceso que tengan a recursos que puedan permitir su autoprotección. Más allá de la acción individual, constituye responsabilidad de los Estados el garantizar la protección y seguridad a sus ciudadanos; por ello la respuesta social ante un evento de desastre inminente, requiere interdependencia entre la acción colectiva de protección desde el Estado y la acción de autoprotección de los individuos y familias.
En cuarto lugar, el desastre puso en evidencia carencias, diferencias y debilidades sociales, haciendo patente la pobreza y segregación social de la población más afectada (negros, ancianos, inválidos); ratificando con ello que son los pobres, los más afectados en todo desastre; pero además relevando una dimensión ética en los desastres, y que está expresada en la vulneración del derecho a la vida, a la protección, a la seguridad, a condiciones de vida dignas, para importantes sectores de población, y que no es producida por el fenómeno destructor sino por la propia sociedad.
En quinto lugar, el desastre del Katrina puso de manifiesto también que el riesgo lo incrementan las propias intervenciones humanas y que un adecuado manejo ambiental es clave en la prevención de los desastres. Según científicos norteamericanos, las transformaciones ambientales provocadas por diversas actividades en el lugar (obras de ingeniería en el río Mississippi, actividades portuarias y de procesamiento de petróleo, gas y otros productos químicos), produjeron la destrucción masiva de los humedales costeros en el estado de Luisiana, lo que fue un factor que agravó los efectos del huracán Katrina. Los humedales actuaban como protección natural de la ciudad, ante tormentas y la elevación del nivel del mar.
En quinto lugar, el Katrina nos llama nuevamente la atención sobre el vínculo entre la mayor frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos y el proceso de cambio climático global. Este año, la NOAA[1] pronosticó 21 tormentas tropicales en el Atlántico, el doble de lo normal. Según sus científicos la causa de tanta actividad sería la calidez de las aguas del océano Atlántico, que en esa zona por encima de los 27 grados centígrados, crea suficiente humedad en el aire para favorecer la formación de un ciclón o huracán, que con vientos propicios pueden llegar a constituir una seria amenaza. Según la misma fuente, esta será además la novena temporada de huracanes con actividad superior a lo normal en los últimos 11 años. Existe evidencia científica de que el clima está cambiando a consecuencia de los gases de efecto invernadero y que esto está causando también el calentamiento de los océanos. Es igualmente aceptado que el cambio climático está alterando la severidad, frecuencia y distribución espacial de los peligros climáticos.
En el 2002, expertos convocados por el PNUD en Cuba, admitieron que el proceso de cambio global (cambio climático y globalización) está añadiendo una nueva y mayor dimensión a los problemas de acumulación de riesgos y a la ocurrencia de desastres y pérdidas asociadas con eventos climáticos. Revelaron que en los últimos 40 años ha habido un incremento progresivo de riesgos de desastres y pérdidas, una parte muy significativa de ella relacionada con eventos hidrometeorológicos, aumento que ha sido más dramático en los 10 últimos años, y que hicieron que en el 2001 los desastres de este tipo lleguen a duplicarse en relación a 1996. A nivel mundial, las pérdidas económicas que producen los huracanes, inundaciones, sequías, tormentas, representan el 70% de las pérdidas. Durante la década de los 90 la pérdida aumentó nueve veces en relación a los 60 y seis veces en relación a los 70, debido también al incremento de la población, la infraestructura y producción en áreas sensibles a peligros y a la mayor vulnerabilidad humana. Las estadísticas mundiales señalan que las inundaciones son responsables del 40% de las muertes por desastres. Hay que considerar además que la mitad de la población mundial vive en áreas costeras o cerca de ríos; lo que es significativo tomando en cuenta los impactos que producirá la elevación del nivel del mar a consecuencia de la contracción de glaciares y masa polar.
El IPCC[2] ha advertido que los impactos del cambio climático recaerán desproporcionadamente sobre los países en desarrollo y sobre las personas pobres, exacerbando las desigualdades en la salud, en el acceso a alimentación adecuada, al agua potable y otros recursos. Según algunos centros de investigación mundial, el Perú es uno de los países más vulnerables al proceso de cambio climático. Al respecto, en el país se han logrado algunos avances en el conocimiento de los efectos e impactos que el cambio climático viene operando en nuestro territorio, que el CONAM y diversas instituciones participantes del programa PROCLIM presentaron en un reciente Seminario sobre avances y perspectivas de la Investigación sobre Cambio Climático en el Perú. En relación a los riesgos de desastres que enfrentamos y que se vienen intensificando por efecto del cambio climático, también se están realizando esfuerzos para incorporar el análisis de riesgos en los procesos de planificación e inversión pública, a fin de evitar que los propios proyectos de desarrollo generen riesgos futuros y que resulten también afectados por estos y cuyos avances fueron también presentados en un Taller Internacional llevado a cabo esta semana en Lima en la sede de la Comunidad Andina. La creciente conciencia de la importancia de estos temas y de su implicancia para el desarrollo de los países, ha llevado también a organismos financieros como el Banco Interamericano de Desarrollo a patrocinar el diálogo en torno a estos temas entre representantes de los organismos de planificación, inversión pública y defensa civil de los países latinoamericanos.
Todos estos aspectos hacen ver la necesidad de impulsar en el país una acción integral, proactiva y prospectiva en el tema, para lo cual se requiere convocar al conjunto de capacidades institucionales públicas y privadas, que permitan generar vínculos y sinergias entre diversas iniciativas en curso, que promueven la reducción de los riesgos de desastres, la adaptación al cambio climático y el desarrollo sostenible en el país//.
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[1] Administración Oceanográfica y Atmosférica Nacional (NOAA) de Estados Unidos
[2] Panel Intergubernamental de Cambio Climático
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