Buenas¡¡

Bueno a raiz de buscar información de lo que ocurrio en Segovia en Febrero de 1956 (aún sigo en ello) me he topado con este artículo del Norte de Castilla, referiendose a Segovia.

«Para nevadas, las de antaño. ¡Eso sí que era nevar!» ¿Cuántas veces habremos escuchado este comentario a nuestras abuelas? Más de una, seguro. Pero, ¿es cierto que antes nevaba más que ahora o sólo se trata de una impresión subjetiva distorsionada por las brumas de la memoria? Bien, pues aquí está la prueba de que las viejas tenían razón: un puñado de fotografías escalofriantes y unas notas tomadas de los periódicos de la época y de los recuerdos de quienes vivieron alguna de aquellas nevadas que cubrían la ciudad con una espesa alfombra blanca.
Vámonos al año 1888. Aquel invierno fue espantoso porque empezó a nevar en diciembre y no lo dejó hasta marzo. Un día sí y otro también, el blanco elemento arreciaba y cubría la ciudad semanas y semanas. Los copos, tremendamente gruesos, caían durante todo el día, pero la luna brillaba en el cielo azul por las noches. Los farolillos de petróleo tiritaban en el silencio de las calles sin apenas aliento para mantenerse encendidos. «¡Las doceeeee y... nevandooooo!», irrumpía el sereno, extraño personaje nocturno provisto de chuzo y capote, farol y gorra.

Un metro de nieve

El espesor de la nieve no tardaba en alcanzar el metro, por lo que había que abrir trincheras en las aceras para que los transeúntes pudieran pasar, aunque eran muy habituales los accidentes, las caídas y por consiguiente las fracturas óseas. Brigadas enteras de obreros municipales se afanaban con sus picos para arrancar las placas cristalinas de hielo que cubrían el pavimento. Cuentan que el Acueducto, en el ángulo que forma junto a la Academia de Artillería, era una suerte de puente de plata, envuelto en carámbanos de hielo que colgaban cual estalactitas desde la cornisa superior.
Un jovencísimo José Rodao escribe en el semanario 'La Tempestad' el día 6 de enero: «Hemos entrado en el año 1889. ¡Y con un frío de todos los demonios! (...) La tinta se me congela en el tintero, los dedos se niegan a sujetar la pluma y mis pies parecen de mármol de Carrara (...) Cada vecino es un sorbete con capa y sombrero y á cada individuo nos ha tocado un catarro en suerte (...) Saludemos, en fin, al año 1889, que aunque joven, carece de ese calor que la juventud presta».
Unos días después, el 20 de enero, el mismo periódico publica un artículo titulado en el que se dice que, como cada invierno, los sabañones están haciendo estragos entre el vecindario. El cronista asegura haber conocido a un tendero de comestibles que llegó a volverse loco invadido por los sabañones. «En llegando esta época, lo primero que ciertas gentes se preguntan en cuanto se ven en la calle: -¿Qué tal andas de sabañones? Es el plato del día y la comidilla de las plazuelas».
Descarrila el tren
El invierno de 1895 también fue de aúpa a juzgar por las crónicas que publican los periódicos. En los primeros días de enero, la copiosa nevada que caía en la sierra atascó el tren correo de Galicia, a la altura del kilómetro 21 de la línea de Villalba. Otra máquina acudió en su auxilio, pero le fue imposible remolcarlo a Cercedilla, la estación más próxima. Incluso descarriló y los viajeros tuvieron que ser evacuados. Episodios así se repetían todos los años, como el que narra 'El Carpetano', semanario de la época, también en enero de 1895: «Un anciano mendigo de 72 años que en compañía de un matrimonio habitaba en una cueva de las situadas frente al fielato del Camino Nuevo, fue conducido anteanoche al Hospital en muy mal estado á consecuencia del mucho frío y hambre que, sin duda, sufría el infeliz en estos días últimos». El periódico aprovecha para denunciar el estado en que muchas personas pobres viven, hacinadas en las cuevas de la Fuencisla, la Cuesta de los Hoyos y el Camino Nuevo: «Ese género de habitaciones troglodíticas debía, á juicio nuestro, ser objeto de una expropiación que á la par que forzosa, resultase humanitaria».

Lobos en la ciudad

Más impactante si cabe es la noticia que alerta de la presencia de lobos en las inmediaciones de la ciudad, advertida por algunos vecinos. Esto no es leyenda, sino realidad. En Revenga, los más viejos del lugar saben que en las crudas noches de invierno, manadas de lobos hambrientos descendían de la sierra en busca de comida, dado el espesor que la nieve acumulaba en las laderas del monte. En 1895, 'El Carpetano' advierte: «Se ha hablado en estos días de que se habían visto lobos por las inmediaciones de la ciudad. Nada tendría de extraño».
Hay que hacer un pequeño esfuerzo para situarse en la Segovia de entonces, una ciudad de apenas catorce mil habitantes, sin las infraestructuras más elementales y muchas calles sin pavimentar. La nieve se acumulaba con rapidez formado montañas que los operarios municipales tardaban después en retirar y cargar sobre carros de mulas, como demuestra una de las fotografías que ilustra esta página, supuestamente realizada por el ceramista Daniel Zuloaga en plena Plaza Mayor.

En los días de frío intenso y nevada copiosa, lo más recomendable era quedarse en casa al calor de la lumbre o del brasero de carbón. El Ayuntamiento solía dictar bandos para que los vecinos colaboraran en la limpieza de las aceras de sus fincas, pero en vez de emplear sal, el deshielo se acometía esparciendo basura, es de imaginar que procedente del estiércol de los muladares. Así se recoge en una recomendación que la policía hace al alcalde en 1836: «Lo peligrosos que se han hecho algunos tránsitos de la ciudad con las presentes nieves y yelos (sic.), hace temer ocurran algunas desgracias en los transeúntes, y a fin de evitarlas conviene que V. I. mande por medio del oportuno bando que se eche basura por las calles». Las ordenanzas de 1905 ya no hablan de basura, pero sí de arena, serrín o paja.

Las nieves de 1945

Con el paso de las años, los avances y el progreso, las grandes nevadas fueron remitiendo. Uno de los últimos inviernos históricos fue el de 1945. 'El Adelantado' reseña que hacía ya muchos años que Segovia no pasaba tanto frío. Nevó entre los días 2 y 20 de enero, y el mercurio del termómetro marcó hasta 13,5 grados bajo cero en la capital. Algunos pueblos quedaron incomunicados, y los puertos de Navacerrada y Los Leones permanecieron cerrados durante días. El temporal azotó en casi todas las provincias españolas.
La situación de aquel invierno fue penosa, porque el frío agravaba las carencias y necesidades de la posguerra. En el periódico, las noticias de la ola de frío aparecen junto a las comunicaciones que la Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes emitía con relación al racionamiento de alimentos: «Aceite.- Ración de cuarto de litro por persona, al precio de 1,20 pesetas la ración. Azúcar.- Ración de cuarto de kilo por persona, al precio de 0,95 pesetas la ración. Leche condensada.- Ración de tres botes por niño, al precio de 3,55 pesetas el bote», y en este plan.
En San Rafael y El Espinar jamás se olvidarán de la gran nevada de 1956 -hace tres años conmemoraron la efemérides- y en la ciudad también es fácil escuchar el relato de la acaecida en diciembre de 1973: «¡Aquella sí que fue una buena nevada. Desde entonces, nada de nada!»

extraido de aqui:

http://www.nortecastilla.es/20090118/segovia/entonces-nevaba-20090118.html

Esto me ha dado una idea,  a ver que os parece:

Podiamos buscar articulos, noticias, fotos de nuestros pueblos y ciudades, para recopilar información de cómo eran las nevadas de antaño

Un Saludo¡¡

Pues es un artículo e hilo muy interesante, Adrián! Yo tengo fotos de cuando era pequeño, de los años 80... Vamos a ver si puedo poner alguna por aquí

Muy bueno ,me ha gustado mucho. :D1