Os transcribo la historia de la puesta en funcionamiento del Radar de Málaga, situado en Alhaurín el Grande. Lo he sacado del Diario SUR de Málaga. Es interesante, describe lo duro que fue instalar el radar en un lugar tan alto y de difícil acceso, a 1.173 m.
Una tormenta de esfuerzoLa instalación del radar meteorológico en el Pico Mijas no fue tarea fácil. En pleno siglo XX y durante un año entero, cinco obreros y cuatro mulos subieron y bajaron la sierra cargados de herramientas y alimentosTEXTO: PILAR BRAVO. FOTOS: INM. P. B. / PDS MIJAS
CADA vez que mira al cielo y ve una «bolita» allí arriba, en mitad del monte, no puede evitar emocionarse. Incluso alardea, está orgulloso de su labor. Antonio Núñez fue uno de los cinco obreros que en 1993 trabajaron en la instalación del radar meteorológico que el Instituto Nacional de Meteorología decidió construir en el Pico Mijas. Con tan sólo un pico y una pala tuvieron que cavar treinta agujeros, rellenarlos de hormigón y colocar los postes metálicos por los que circularía la línea eléctrica que suministra energía y permite el funcionamiento del radar.
Cuesta creer que a finales del siglo XX, en plena era tecnológica, donde los descubrimientos en materia de telecomunicaciones avanzaban a un ritmo frenético, existieron reductos de actividad manual. Labores donde el ser humano se jugaba la piel cada día, acudiendo al desempeño de su trabajo sin importar el clima, la salud o el dinero. «Simplemente se tenía que hacer, aunque doliera el alma», asegura Antonio.
Corría el año 1993, abril. El INM había solicitado los permisos necesarios para crear un centro de información meteorológica en el llamado Pico Mijas, aunque exactamente se asienta en el término municipal de Alhaurín El Grande. Tras indemnizar con unos 3.800 euros al Ayuntamiento y a la Comisión Provincial de Montes de Málaga por la cesión de la parcela, comenzaron los trabajos. Pero surgió un problema a la hora de colocar la línea eléctrica de alta tensión.
«Había un carril, lo más fácil hubiera sido meterla por ahí con una máquina, pero los ecologistas nos dijeron que no. Entonces tuvieron que ir unos peritos, y nos metieron por el sitio más trabajoso del mundo, por medio de una cañada que había que andar ocho kilómetros y cargados con picos», atesora Núñez.
El guarda forestal encargado de la supervisión, José Antonio Díaz, explica por qué no se hizo así: «Pasaba por mitad del monte y la orografía del terreno no permitía el paso de camiones». La solución más barata y fácil fue abrir un sendero manualmente e insertar los postes uno a uno. «Fue lo menos perjudicial para el medio ambiente», responde José Antonio. Con el calor primaveral desgastando ya su condición física, Antonio y sus compañeros se prepararon para hacer unos de sus encargos más complicados y duros.
Cada día caminaban unos ocho kilómetros cargados de materiales de construcción para abrir la vereda y cavar los agujeros, nada más y nada menos que 30. «La jornada empezaba temprano. El 'land rover' nos recogía a las ocho y nos dejaba en el carril. Desde allí empezábamos a subir, por lo que no empezábamos a trabajar hasta las diez de la mañana», recuerda.
DificultadesAdemás, el ascenso era más duro si cabe por su escasa anchura, «era muy estrecho, de unos 20 centímetros, lo justo para que pasara un animal», apunta. Y es que su única compañía durante seis meses fueron los cuatro mulos que tuvieron que contratar, donde pudieron cargar algunas herramientas, una nevera con la comida y una «cacharra» con 25 litros de agua.
El guarda rememora que, muchas veces, alguno de los dueños de las bestias pasaba la noche en el campo. «Perdían mucho tiempo bajando y subiendo y algunos prefirieron dormir a la intemperie». Y lo peor llegó con el verano. «Yo perdí mucho peso porque apenas comía. Como no había ni pinos teníamos que sentarnos al sol. Sin descansar hasta las siete de la tarde, hora a la que nos volvíamos. Una vez creía que me moría de cansancio. Era insufrible», relata Antonio.
Pero las anécdotas no dejaron de sucederse, como la tarde en que decidieron echar una cabezadita y se encontraron con culebras rondándoles, o el día en que se desató una fuerte tormenta veraniega.
Así lo cuenta Antonio: «Con el agua se quedó un camión lleno de bloques arriba, donde la antena. Yo le dije al conductor que me iba porque los rayos caían al lado nuestra. Y él nos decía que no podía dejar el camión cargado porque al día siguiente tenía que trabajar. Pegó dos rayos al lado y el encargado fue el primero que se montó en el coche, el camión se quedó allí tres días enteros». La suerte les acompañó y el radar se montó sin ningún contratiempo.
Objetivo: prevenir inundacionesSegún explica el jefe de Sistemas Básicos del Centro Meteorológico de Málaga, la función del radar es «prevenir desastres de tipo meteorológico, no solamente una lluvia, ya que eso no justificaría la inversión que hay que hacer en todos los sentidos». Con un margen de cinco horas avisa sobre fuertes tormentas o fenómenos de lluvia a menor escala, pero que tiene una gran incidencia sobre la población.
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En el reportaje aparece también una fotografía del proyecto de la línea de Alta Tensión instalada para el radar.
Una foto en el radar del pasado 1 de marzo, cuando subí con Dani al radar tras una buena nevada y justo antes de que empezara una muy intensa. Por cierto, aquel día había unos técnicos reparando la avería que había sufrido el radar por un rayo caído una semana antes:
Aprovecho la ocasión para subir unas imágenes del radar en una jornada más despejada, para que quede bien retratado su aspecto. Son fotos tomadas este mismo año, en marzo.
Y acabo con un
enlace al artículo en pdf, de donde transcribí este tema.