Todos sabemos que los huracanes se alimentan de las aguas cálidas de los océanos para formarse, crecer y consolidarse en su desplazamiento por aguas abiertas.
¿Qué ocurre cuando esa energía se traslada a la atmósfera? Esta imagen confeccionada por el NOAA nos explica de forma perfecta como tras el paso de un huracán, las aguas de las que se nutre quedan bastante más frías que las de su alrededor.
Concretamente, vemos un comparación de la temperatura del agua de los océanos y mares el 12 de septiembre respecto a la media del período 1981-2000 para esa fecha. Los rastros de Nate y Katia quedan marcadas con la aparición de acusadas anomalías frías:
Como vemos, los huracanes no sólo pueden dejar un rastro de destrucción en tierra firme, en aguas abiertas también dejan su huella.