La influencia de las condiciones climáticas y de los grandes acontecimientos atmosféricos aislados en la historia de la humanidad, queda claramente demostrada por la infinidad de hechos históricos trascendentales en los que el clima o el tiempo han jugado un papel determinante; auténticos "momentos estelares de la humanidad" en los que, a diferencia de los comentados por el escritor Stefan Zweig en su famaoso libro, es el hecho atmosférico y no el hombre, el principal protagonista. Si bien es verdad que la influencia del clima se deja sentir en cualquier campo de la actividad humana, es posiblemente en las guerras (que por desgracia ocurren) donde se manifiesta de forma más dramática.
La historia militar está llena de ejemplos en los que en la suerte de las campañas o de las batallas, las condiciones atmosféricas han sido el gran aliado, o el gran enemigo. En el verano de 1588, durante los sesenta días de la expedición de la Armada Invencible cuando profundas borrascas de severidad inusitada, dispersaron y diezmaron a la flota española, el tiempo fué el gran aliado de los ingleses y el gran enemigo de los españoles. En el último trimestre de 1812, cuando la retirada de los ejércitos de Napoleón de Rusia, la anticipación y mayor crudeza del terrible "invierno ruso", fué un factor decisivo en la progresiva caída de su imperio. El "General Invierno" le ganó la batalla a Napoleón.
Pero, hasta hace relativamente poco tiempo, la impredictibilidad de los eventos meteorológicos obligaba a aceptar sus consecuencias, sin que de antemano se pudiesen tomar medidas preventivas. Tuvo que ser precisamente un acontecimiento militar el que abriese camino al establecimiento de métodos científicos de predicción del tiempo, basados en el análisis de mapas sinópticos, todavía vigente si bien han sido completados, y no en modo alguno suplantados, por métodos numéricos. En el mes de noviembre de 1854, en plena guerra de Crimea, una borrasca diezmó parte de la escuadra francesa en el Mar Negro. En vista de ello, Napoleón III encargó al astrónomo Le Verrier el estudio retrospectivo del fenómeno así como la posibilidad de su predicción. Le Verrier llegó a la conclusión de que el desastre hubiera podido evitarse de haberse detectado a tiempo el paso de la borrasca a través de Austria-Hungría, lo que condujo a que más tarde, gracias al desarrollo de las comunicaciones telegráficas, se estableciese, por primera vez en el mundo, un servicio telegráfico de concentración de datos meteorológicos en París, con miras a la creación de un sistema internacional de avisos de temporal en Europa.
Después de que Alemania hubiese perdido el dominio de los cielos, sus ejércitos procuraban sacar el mejor partido posible de aquellas condiciones meteorológicas que pudiesen dificultar las operaciones de aviación de los aliados, como cuando por ejemplo, bajo situaciones anticiclónicas, la niebla sobre las bases británicas se convertían en un enemigo potencial aparentemente imbatible para los aviones aliados a su regreso de operaciones en el continente. Pero el entonces jefe de gobierno británico Winston Churchill, no se arredó ante semejante enemigo y decidió combatirlo instando a sus científicos a que, fuese como fuese, encontrasen algún procedimiento para la dispersión de las nieblas. Así y tras muchas reticencias, se optó por recurrir a la emisión de calor, lo cual condujo a la creación del sistema FIDO (Fog Intensive Dispersal Off).
El FIDO fué instalado en 15 aeródromos de la RAF; el primer aterrizaje tuvo lugar en noviembre de 1943 y al final de la Segunda Guerra MUndial más de 2500 aviones habían logrado tomar tierra gracias al FIDO. Pero sobre todo fué en diciembre de 1944 cuando éste método fué determinante en la derrota sufrida por los alemanes en las Ardenas, en su última ofensiva en el frente occidental, emprendida con la confianza de que nieblas persistentes sobre las Islas Británicas previstas por los meteorológos alemanes, impedirían las operaciones de la aviación aliada. Esta derrota contribuyó en gran medida a precipitar el fin de la guerra.
Respecto a la posibilidad de modificar el tiempo a gran escala con fines militares, las naciones Unidas en 1974, se esforzaron sin éxito en lograr la prohibición formal de la "guerra meteorológica". Aparentemente en los últimos años el tema ha perdido interés, lo que puede interpretarse en el sentido que las grandes potencias nunca llegaron a considerar seriamente la modificación artificial del clima a gran escala para finez bélicos, más alla de sus posibles efectos psicológicos.
EL HOMBRE Y SU AMBIENTE ATMOSFERICO
Inocencio Font Tullot.