Buenas,
Como sabeis, en el interior peninsular tenemos ciertas capitales de provincia que, por diversos motivos tanto de índole humana como geográfica, no se han desarrollado como otras, quedándose en tamaños poblacionales de la misma entidad o menor que muchos pueblos del país, especialmente los sureños, los levantinos, y los que rodean a las grandes ciudades.
En esta tesitura se encuentra Soria. Como muchos sabeis, se trata de la segunda capital menos poblada (sólo por delante de Teruel, ciudad que por cierto me encanta), y centro de servicios de la provincia menos poblada de España.
Para muchos, y es de entender, el reducido tamaño de esta mi ciudad tiene multitud de connotaciones negativas, y es que carece de la mayoría de las características que les son propias a las ciudades de hoy en día. Para no eternizarnos en las carencias, que son muchas, lo resumiré en que esta no es ciudad para gentes urbanitas.
Si, por el contrario, es usted amante del sosiego, de la naturaleza, de la belleza serena de las pequeñas tradiciones, y de los rumores y ecos pasados todavía latentes en las huellas aún impresas del pasado, entonces éste es un buen lugar para vos.
Y es que, sin necesidad de coger el coche, aquí cualquiera puede plantarse en el monte como quien no quiere la cosa, y en cuestión de pocos minutos verse rodeado de la misma flora y fauna que cualquiera de los pueblos de la provincia. Tenemos los caminos que suben a nuestra sierra vigía capitalina, Santa Ana, las interminables sendas que acompañan al Duero en sus marcadas curvas y hoces calizas, la ascensión al monte del Castillo desde las riberas del precioso Sotoplaya, el paseo hasta la rocosa y altiva ermita templaria en honor al asceta visigodo San Saturio, los rebollares y pinares de Valonsadero, los tupidos encinares del sur hacia Los Rábanos, etc, etc (que me estoy enredando mucho, vamos al grano).
A continuación os presento un camino de tantos, que hice casi involuntariamente al salir a tomar el Sol el otro día. Partiendo de la salida norte (carretera de Logroño), tomamos un camino de tierra que nos conduce hacia este agradable recodo del Duero, desde donde se observan rebollares, desnudos abedules en las riberas, y coches y camiones pasando sobre el río por la variante de la N-122 ya sea camino Valladolid o camino Zaragoza. Por encima de los robles, asoma tímida la cercana Sierra Cebollera.
Un zoom a Cebollera
Seguimos camino junto al Duero, con los robles ahora carentes de hojas que parece descienden a abrevar en sus tranquilas aguas.
Caminamos unos minutos sombreados por los altos peñones calizos que cierran la orilla contraria, llenos de cuevas kársticas, terreno adecuado para aves pero no para los torpes humanos, dada su verticalidad. Al poco aparecen de nuevo las estribaciones noreste del casco capitalino, con un feo silo en primer término, y en segundo, colgado en el cerro del Castillo, el Parador Nacional "Antonio Machado"
Los abedules pugnan aquí por imponerse a los chopos
La senda asciende y se estrecha, dejándonos apreciar la otra orilla, ahora un soto llano por donde discurre un nuevo camino peatonal, con motivo de la próxima acogida de otra entrega de la exposición "Las Edades del Hombre". Delante, restos de la muralla, y en la vaguada posterior asomando el barrio de San Pedro. Detrás el Castillo, y a la derecha la iglesia de Nuestra Señora del Mirón.
Una imagen del que suscribe, con la Sierra de Santa Ana, el Castillo y la muralla al fondo. Dada mi actitud despreocupada y gesto casual, se deduce claramente que la foto es un "robado"...
Aquí ya aparece el puente principal del Duero, con el barrio de San Pedro y la muralla. Disculpad la excesiva claridad de las fotos, pero el día era muy luminoso y la hora muy mala.
La iglesia del Mirón, con un pedazo de muralla, suponen el límite de la ciudad por este lado. A la derecha asoma la iglesia de la Virgen del Espino, lejena.
Por último, y a pesar de que la foto es muy mala, no he podido resistirme a mostrarla por tratarse de un corzo capitalino, de los muchos que habitan los alrededores de esta capital que es, en esencia, un pueblo.
Eso es todo, recibid un sosegado saludo.