Qué majo es!
Es uno de esos animales que, aún a sabiendas de que son comunes, se hacen esquivos a la observación humana, lo que, para qué engañarnos, es una inteligente medida de superviviencia. Pero es esa dificultad para verlos habitualmente lo que aumenta la emoción cuando se consigue.
Yo tuve la suerte de compartir un verano de mi niñez en el pueblo con un erizo muy parecido a "Manolito". Mi primo y yo vimos cómo unos chicos menores que nosotros llevaban algo atado a la trasera de una bici que llevaban arrastrando con gran alborozo. Nos acercamos y vimos que eran un erizo lo que arrastraban. Se lo quitamos (abusando de nuestra mayor edad, teníamos unos 11 años frente a 7 u 8 de los otros), y nos lo llevamos a casa hecho una bola pinchuda (pobre, no se fiaba de nadie, tal y como le dictaba su instinto). Lo dejamos en el patio de casa, y en todo el día no se abrió. Por la noche lo escuchamos rozar contra cosas del patio. A la mañana siguiente despertamos con mi abuela (que no se había enterado de la movida) persiguiéndolo con la escoba por todo el patio. Una vez aclarado el asunto, lo cogimos abierto, y pudimos apreciar que tenía rozaduras por la "gracia" de los niños, pero parecía poca cosa. Lo curamos y lo alimentamos durante una semana, en la que nunca nos adquirió especial confianza, aunque pasó la mayor parte del tiempo abierto y moviéndose con libertad por ahí delante nuestro, pero nunca nos permitía cogerlo sin cerrarse. Transcurrida la semana, mi primo y yo subimos al monte y lo soltamos. Marchó sin despedirse, no quería más trato con los absurdos humanos, mejor para él, espero que jamás tuviera que encontrarse con ninguno.
Preciosas fotos, Hipatia, con lo bonitas que son éstas, ardo en deseos de ver las que enviaste para la exposición. Saludos