Una ola gigantesca de 23,8 metros de altura fue medida en pleno Océano Antártico, en el seno de un importante temporal de viento y lluvia que tuvo lugar la semana pasada en las proximidades de Nueva Zelanda.

El dato nos llega desde una zona del Planeta donde la información meteorológica es menos abundante que en el Hemisferio Norte, donde contamos con más puntos y modos de observación directa e indirecta. A buen seguro, aquellas regiones australes esconden muchos más datos meteorológicos extremos.

Equivalente a un edificio de 8 plantas

A juicio de los expertos de la Organización Meteorológica Mundial, se estima que se trata de la ola más grande jamás registrada en el Hemisferio Sur.

El tamaño de la ola es similar a un edificio de 8 plantas y aunque en aquella parte del Planeta son habituales los temporales marítimos duros, los científicos han quedado asombrados con las dimensiones de esta pared de agua.

Registrada por una boya marina cerca de la isla de Campbell

La ola fue medida el pasado martes 8 de mayo, durante una tormenta en el Oceáno Antártico, y fue detectada por una boya de MetOcean, una compañía neozelandesa dedicada al análisis oceanográfico.

Concretamente, fue registrada cerca de la isla de Campbell, a unos 700 kilómetros al sur de Nueva Zelanda.

Simulación del temporal que originó la ola la semana pasada

Precedentes

Los meteorólogos especialistas en la región han indicado que esta ola ha superado con creces la magnitud de otra registrada en 2012, que alcanzó los 22,03 metros, y que contaba con el récord hasta el momento en la mitad meridional del globo terráqueo.

Estos expertos creen que es posible que durante la tormenta se produjeran olas incluso mayores pero no fueran detectadas por la boya, ya que no está ubicada en la posición más favorable para detectar las mayores olas en la zona.

Si buscamos una referencia similar en el Hemisferio Norte, hay que hacer referencia a la registrada en el Antártico en 1958, con una altura de 30,5 metros a causa de un tsunami generado en las inmediaciones de Alaska.

¿Cómo se procesan los datos de las olas?

Hoy día podemos conocer de manera bastante exacta la altura de las olas gracias al avance de la tecnología. La física y las telecomunicaciones se dan la mano para proporcionarnos una información valiosísima para los pesqueros y buques o simplemente para engrosar la estadística.

Esas boyas registran cada hora las distintas variables que miden: altura del oleaje, la salinidad del agua o su temperatura. Para estimar el oleaje invierten un tiempo cercano a los 30 minutos tomando cada segundo una medida. Después procesan los datos y sacan los valores medios y se obtiene la altura significante.

En cambio, las alturas máximas de ola no son obtenidas hasta que se realiza el mantenimiento de las boyas, aunque puede servir la relación que es 1,6 veces la altura significativa.

Simplificando, la altura de una ola en alta mar viene dada por la fuerza del viento, por su persistencia y por el alcance o fetch. Para una velocidad dada del viento, existe un valor máximo de fetch y de duración más allá del cual la ola no crecerá más. En tales condiciones se dice que “el mar está completamente desarrollado”. La razón por la cual las olas no aumentan de dimensiones se debe a que pierden energía cuando las crestas son rotas por el viento.

Un buque mercante encallado en la playa de Almayate, Málaga por culpa del oleaje (febrero de 2011)

Los instrumentos para la medición del oleaje se denominan ondámetros y utilizan diversos principios:

  1. la medida de la presión hidrostática de una columna de agua que oscila verticalmente (se emplean manómetros mecánicos de tipo Bourdon o electrónicos, instalados sobre el fondo marino, incluso a varios centenares de metros, capaces de de medir la frecuencia y las dimensiones de una ola que pasa sobre el instrumento).
  2. la medida de la aceleración producida por una ola sobre boyas ancladas (los acelerómetros miden el movimiento pero no el mareal dado que este último posee aceleraciones extremadamente pequeñas)
  3. obtención de ultrasonidos emitidos y registrados desde el fondo marino (el registrador recibe los ultrasonidos emitidos hacia arriba y reflejados por la superficie del mar, midiendo, en la práctica, la variación del nivel del mar al paso de una ola).

Otras técnicas más recientes utilizan la teledetección satelital: el radar altímetro es instalado en un satélite y emite pulsos hacia la superficie del mar. Los pulsos reflejados son captados por un sensor que utiliza la diferencia de señal emitida entre cresta y vientre de una ola. También cabe mencionar la técnica mediante el radar de apertura sintética y el radar de dispersión.

La escala Douglas

Por otra parte, en las cartas náuticas para definir el estado del mar se utiliza la Escala Douglas, obra del británico Henry Percy Douglas, a quién se debe su nombre.

Fue creada por el vicealmirante inglés en 1917, cuando dirigía el Servicio Meteorológico de la Armada Británica. Se trata de una progresión con dos códigos: uno para indicar el estado del mar y otro para describir la altura significativa de las olas.

De forma más simple, otra clasificación sería:

Lógicamente, el estado del mar está íntimamente ligado a la fuerza del viento, cuya intensidad está tabulada en la escala de Beaufort: numerada del cero al doce y con una denominación de adjetivos muy empleados en el lenguaje coloquial marinero: Calma, Ventolino, Flojito, Flojo, Bonancible, Fresquito, Frescachón, Duro, Muy duro, Temporal, Borrasca y Huracán. Nos referiremos en otra ocasión más extensamente a dicha escala.