El agujero de ozono sobre la Antártida alcanzó su máximo anual en septiembre con una superficie sensiblemente menor a la de las últimas décadas y aproximadamente un mes antes de lo habitual.

La razón está en que se dieron unas condiciones climáticas especiales, que limitaron su crecimiento, junto al descenso paulatino de su superficie que se viene registrando en los últimos años gracias a la adopción de las medidas acordadas en el Protocolo de Montreal.

Conozcamos más detalles sobre este buen dato.

El más pequeño observado desde 1982

Según las mediciones satelitales de la NASA y la NOAA, el agujero de ozono anual alcanzó su punto máximo en 2019 el pasado 8 de septiembre, con una superficie de 6,3 millones de millas cuadradas (unos 163 millones de Kilómetros cuadrados), reduciéndose a menos de 3,9 millones de millas cuadradas durante el resto de septiembre y octubre.

Para tener una idea de lo ocurrido este año, en un verano austral normal, el agujero de ozono crece hasta una superficie máxima de aproximadamente 8 millones de millas cuadradas a finales de septiembre o principios de octubre.

La causa: temperaturas estratosféricas más cálidas

Lo sucedido este año es anormal, según los expertos de la NASA, este máximo tan bajo y tan temprano se debe a que tuvieron lugar temperaturas estratosféricas más cálidas, por lo que no es una señal de que el ozono atmosférico esté repentinamente en una vía rápida hacia la recuperación.

Se trata de la tercera vez en los últimos 40 años que los patrones climáticos han provocado temperaturas cálidas que limitan el agotamiento del ozono; situaciones similares tuvieron lugar en la estratosfera antártica en septiembre de 1988 y 2002 cuando también produjeron agujeros de ozono atípicamente pequeños.

Para los expertos es un evento extraño que todavía están tratando de entender. Si el calentamiento no hubiera sucedido, se habría generado un agujero de ozono mucho más típico

No se puede afirmar, por otra parte, que haya una conexión identificada entre la aparición de estos patrones únicos y los cambios en el clima a nivel global.

En cualquier caso, este año, las mediciones de ozono en el Polo Sur no mostraron ninguna porción de la atmósfera donde el ozono se haya agotado por completo.

Se recupera a un ritmo de 1 a 3 % por década

La aplicación del Protocolo de Montreal, está permitiendo que la capa de ozono se esté recuperando a una tasa de 1 a 3% por década desde el año 2000.

A este ritmo, el hemisferio norte y el ozono de latitud media se recuperarán completamente para la década de 2030, seguidos del hemisferio sur en la década de 2050 y las regiones polares en 2060.

Ciclo anual

Como hemos explicado en ocasiones anteriores, el aumento de los niveles de cloro en la atmósfera desde la década de los 1980 junto con uso de los  gases llamados cloroflourocarbonados (CFC) se formó un descenso en la densidad de la capa de ozono que cubre la Antártida.

Desde 1980, este agujero se expande durante la primavera del Hemisferio Sur (entre agosto y septiembre) y se reduce durante el otoño periódicamente.

Gracias a la prohibición internacional de este tipo de compuestos químicos, la capa de ozono se ha ido recuperando lentamente.

La capa de ozono protege a la Tierra de la peligrosa radiación ultravioleta que procede del sol y que puede causar cáncer de piel.

Mejoría paulatina y firme

Las observaciones más recientes estaban constatando una paulatina recuperación del agujero de la capa de ozono existente sobre la Antártida.

Con sus lógicos máximos y sus mínimos anuales, los científicos habían evidenciado una disminución notable en los últimos años de dicho agujero, gracias a la puesta en marcha de las medidas acordadas en el Protocolo de Montreal durante las últimas décadas.

Pero el hecho de que se obtengan datos tan positivos en los últimos años, hace albergar la esperanza de que sea una recuperación consolidada.

Posible repercusión en el clima

El agotamiento del ozono contribuye al enfriamiento de la estratosfera inferior, lo que a su vez provoca cambios en la circulación estival del hemisferio sur, con los consiguientes efectos en la temperatura de la superficie, las precipitaciones y los océanos.

En el hemisferio norte, donde el agotamiento del ozono es menor, no se estima ninguna relación estrecha entre el agotamiento del ozono estratosférico y el clima troposférico.

Contrapartida de la eliminación de los CFC

La principal reducción de la capa de ozono se produjo tras la puesta en marcha de las medias del Protocolo de Montreal que consiguieron disminuir en un 90 % las emisiones de gases a base de clorofluorocarbono (CFC) utilizados en los productos refrigerantesespumasaerosoles y equipos de extinción de incendios.

Como contrapartida, mucho de esos gases fueron sustituidos por gases de efecto invernadero, trasladando en cierta medida el problema medioambiental a otro escenario.

Y es que los hidrofluorocarbonos (HFC), sustitutos de los CFC, aumentan en un 7% cada año y aunque no afectan a la capa de ozono contribuyen a aumentar la temperatura global de la Tierra como consecuencia del denominado efecto invernadero.

Hay que seguir trabajando

Pese a lo comentado, aún existen dudas sobre si un calentamiento de la temperatura de la estratosfera en la Antártida a largo plazo podría contribuir a la reducción de este agotamiento del ozono.

De hecho, actualmente los científicos están trabajando para determinar si la tendencia agujero de ozono en la última década es el resultado del aumento de la temperatura o bien de la disminución de cloro

Un aumento de la temperatura de la estratosfera sobre la Antártida disminuiría el área del agujero de ozono.

Las estimaciones satelitales las mediciones basadas en tierra por diversas estaciones, muestran que los niveles de cloro están disminuyendo.

Sin embargo las mediciones de la temperatura de la estratosfera en esa región son menos fiables para realizar conclusiones de tendencias a largo plazo.