Anomalías de temperatura de las aguas superficiales oceánicas del Atlántico Norte Tropical. Análisis de hoy, 29 de mayo de 2018. Fuente: Levi Cowan.

El Atlántico Tropical sorprende por su rápido enfriamiento. Aunque ya nos habíamos referido a este fenómeno en una entrada anterior, todavía no le habíamos dedicado una a él solo. Y se la merece, por las importantes repercusiones que puede tener en los patrones meteorológicos que interesan a esta parte del Hemisferio Norte. ¿Cuáles son? Evidentemente, el primero, sobre la temporada de huracanes. Y, después, en lo caluroso o no que pueda ser nuestro verano 2018, que ya está a la vuelta de la esquina.

Científicos sorprendidos por el enfriamiento de las aguas tropicales y subtropicales del Atlántico Norte.

No es un tema que haya surgido ahora. Se viene siguiendo desde hace tiempo, al menos 1 mes. Y el enfriamiento, por lo menos hasta ahora, se está achacando a un anticiclón subtropical más robusto de lo normal, que ha estimulado la fuerza de los vientos alisios. Éstos, al incidir sobre las aguas, las remueven, provocando afloramiento de aguas profundas más frías, y favoreciendo la liberación del calor al ambiente.

Evolución de la anomalía media de temperatura de las aguas superficiales oceánicas en el cuadrante 85ºW-20ºW y 10ºN-20ºN. Análisis del 29 de mayo de 2018. Fuente: Levi Cowan.

Además, el proceso no ha concluido, y esto se traduce en que las anomalías frías se han incrementado. Tanto es así que las aguas tropicales y subtropicales del Atlántico Norte muestran una anomalía cercana a -1ºC. Pudiera no parecer mucho, pero puede tener muchas implicaciones y consecuencias.

Por lo que parece, las altas presiones subtropicales se han mantenido más fuertes de lo normal, y los alisios han seguido haciendo su trabajo. Esto redunda en que las aguas tropicales tienen un contenido de energía (OHC) mucho menor que el año pasado por las mismas fechas.

¿Ha ocurrido antes?

Claro.

Gracias al experto en Meteorología Tropical, Philip Klotzbach, al que recurrimos con frecuencia, sabemos que esto ya pasó en 1989, de forma similar.

Si tiramos de Wikipedia, encontramos con que la temporada de huracanes de aquel año no fue, precisamente, pobre. Terminó con 15 ciclones tropicales. De ellos, 11 fueron tormentas tropicales; 7, huracanes, de los cuales, 2 fueron huracanes mayores (categoría 3 o superior, en la escala de Saffir Simpson).

¿Qué quiere decir esto? Pues que esta tendencia podría ir cambiando progresivamente, con una recuperación de las temperaturas de las aguas.

Posibles influencias en la temporada de huracanes 2018.

Evidentemente, con unas aguas más frías de lo normal, la probabilidad de formación de ciclones tropicales disminuye. Todos los expertos coinciden en ello. Y es por esto que comienzan a hacer pronósticos a la baja en cuanto a la actividad que se espera esta próxima temporada, que comienza el 1 de junio.

Especialmente, con estas anomalías afectando de forma singular a la Región de Desarrollo Principal, RDP, los huracanes tipo Cabo Verde este año parecen menos probables.

Sin embargo, las aguas centrales del Atlántico Norte están bastante más calientes de lo normal. Esto, unido a circulaciones del Chorro Polar más septentrionales, podría incrementar la posibilidad de que observemos transiciones tropicales sobre ellas.

Viene al pelo la entrada que ha publicado hoy en su blog nuestro querido amigo Ángel Rivera, Meteorólogo jubilado de la Agencia Estatal de Meteorología. Os recomendamos encarecidamente su lectura.

¿Un verano 2018 sin olas de calor?

Tenemos nuestras sospechas de que, si se mantiene esta tendencia con estas anomalías, el verano de 2018 que ya toca las puertas, podría mostrar un comportamiento atípico.

Durante los episodios de intenso calor y olas de calor en pasados veranos, las masas de aire cálido subtropical marítimo han tenido una enorme influencia. Masas muy recalentadas y humedecidas gracias a temperaturas que han estado bien por encima de lo normal en las aguas de las regiones-fuente.

Recordemos cómo el huracán OPHELIA dio la campanada el año pasado al sur de las Azores, al convertirse en un monstruo de forma inesperada. Y todo ello por un conglomerado de circunstancias que interaccionaron de forma positiva, con la ayuda de unas temperaturas del agua que estaban más de 3ºC por encima de lo normal.

Este año, con unas aguas más frescas, las masas de aire procedentes de esas zonas no serán tan cálidas. Y esto podría redundar en un verano menos caluroso que los de años anteriores…

Quizás establecemos unas relaciones causa-efecto demasiado sencillas… pero es lógico sacar estas conclusiones. Ya lo iremos viendo, en cualquier caso.