Como cada año por estas fechas se acaba de registrar la mínima superficie de hielo marino sobre el Ártico. Afortunadamente, las previsiones de agosto no se cumplieron y finalmente la extensión mínima se ha situado en 4,64 millones de Km2, lo que supone el octavo peor dato desde 1978. Dicho mínimo se alcanzó relativamente pronto: el 13 de septiembre de 2017.

Aunque es un dato pobre, el registro es el mejor de los últimos años lo que sin duda es una excelente noticia, pero desafortunadamente sigue quedando muy alejado de la extensión media de las últimas décadas.

16 años por debajo de la media

Con el registro de 2017 la banquisa ártica cumple 17 años seguidos con una superficie por debajo de la media del período 1981-2010, según las observaciones del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo (NSIDC) de la Universidad de Colorado.

2 días antes de lo normal

En 2017 la superficie mínima ha llegado un 13 de septiembre, cuando la fecha habitual es el 15 de septiembre. No obstante, desde el NSIDC advierten que si las condiciones meteorológicas cambiaran podría modificarse el dato que aún no se da por completamente definitivo.

Como dato adicional, hay que indicar que la fecha más temprana de mínimo anual de hielo marino corresponde al 5 de septiembre en los años 1980 y 1987, 1997.

Este año, la banquisa mínima ha quedado 1,58 millones de km2 por debajo del promedio mínimo de 1981-2010. En este vídeo se pude ver su evolución desde marzo a septiembre, apreciándose que el mínimo de ha quedado muy alejado de la línea de extensión media que se muestra al final de la animación

Hay que recordar que la pasada primavera, se registró la menor extensión de hielo marino jamás registrada en marzo.

Un dato mejor del esperado

En julio, las proyecciones climáticas hablaban de que este año tendríamos el segundo peor dato, pero una inusual persistencia de las bajas presiones sobre el Ártico durante buena parte del mes de agosto permitió que se conservara de mejor forma la banquisa ártica.

Un sistema de bajas presiones centrado sobre el Mar de Beafourt durante buena parte del mes de agosto, ayudó a empujar el borde del hielo hacia esa región en el norte.

Según informa en NSDIC, los veranos dominados por las bajas presiones, como ha sido el caso de 2017, favorecen la mejor conservación del hielo ya que provocan condiciones generalmente frescas y los vientos ciclónicos ayudan a separar el hielo sobre un área más grande.

Todo lo contrario de lo que ocurre con las fuertes tormentas o temporales individuales, como el intenso ciclón de verano de 2012, que pueden romper el hielo y mezclar las cálidas aguas del océano con el hielo marino, contribuyendo a la pérdida de la banquisa de forma acelerada.