El impacto de la crisis del coronavirus COVID–19 en el campo de la meteorología va más allá de la pérdida de datos obtenidos de los vuelos comerciales, que os contábamos días atrás, los cuales son esenciales para los pronósticos de los modelos numéricos meteorológicos.
La paralización de la actividad humana en todo el Planeta trae más problemas: los científicos no pueden recopilar datos de series climáticas históricos o recónditas y la falta de mantenimiento pone en peligro algunas sondas y boyas.
Una reseña de Nature nos pone en aviso sobre lo que puede ocurrir en las próximas semanas y meses si la situación persiste.
Falta de mantenimiento
Por ejemplo, un grupo de científicos de la Oregon State University en Corvallis tiene la misión de restaurar y limpiar más de 100 sensores delicados que conforman un segmento de una red científica de observación meteorológica que maneja un presupuesto de 44 millones de dólares al año.
Ahora, ni se pueden recoger muchos de esos datos que precisan una recopilación casi manual o bien, los instrumentos están en peligro por falta de mantenimiento y podrían irse al traste algunas series meteorológicas cruciales para la investigación del clima en el Planeta.
Series climáticas valiosas en peligro
Otro caso: el programa de Investigación Ecológica a Largo Plazo (LTER), se trata de una red de 30 lugares de alto valor ecológico que se extienden desde el extremo norte de Alaska hasta la Antártida.
Esta red observacional cuenta con ubicaciones tanto urbanas como rurales y está permitiendo a los científicos estudiar procesos ecológicos durante décadas, desde el impacto de la disminución de las nevadas en las montañas de una reserva de la biosfera hasta los efectos de la contaminación en un arroyo.
Pues bien, el confinamiento puede provocar que se produzca la primera interrupción en más de 40 años.
El pronóstico del tiempo se está viendo afectado
Por otra parte, el pronóstico del tiempo es otro gran damnificado. Además de no contar con los millones de datos transoceánicos y continentales que aportan los vuelos comerciales gracias a los sensores meteorológicos a bordo de los aviones, en los mares y océanos ocurre algo similar.
Los científicos que a menudo viajan en los buques portacontenedores comerciales que cruzan los océanos, recogiendo datos y desplegando una gran variedad de instrumentos que miden el clima, así como las corrientes y otras propiedades del océano, no pueden participar en estos viajes por las restricciones del confinamiento.
En otros casos, muchos de esos viajes marítimos, simplemente han sido cancelados. Estos registros miden la salud oceánica y el impacto del cambio climático en el Planeta.
Se estima que, en los últimos 2 meses, se ha producido una pérdida del 15% de estos datos.
Y aunque la comunidad está trabajando arduamente para descubrir otras formas de recopilar datos importantes, es probable que la situación empeore a medida que la pandemia se prolongue.
El impacto de los vuelos comerciales
Desde la NOAA estiman que la pérdida de observaciones de aeronaves aumentará su error de pronóstico en 1–2%, pero que, en áreas donde los vuelos son típicamente más abundantes, la precisión del pronóstico de los científicos podría sufrir aún más.
La Oficina Meteorológica del Reino Unido mantiene más de 250 estaciones meteorológicas que proporcionan información continua o diaria de datos atmosféricos y meteorológicos recopilados de forma automática.
Por ahora, esos sistemas funcionan bien, pero si un instrumento falla, sería complicado lograr que el personal especializado solucione el problema, con el lógico inconveniente.
Afortunadamente, gran parte de los datos de monitoreo atmosférico del mundo se recopilan con poca o ninguna intervención humana, y dichos proyectos deberían poder seguir funcionando.
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