Más polvo africano favorece que haya más hielo en las nubes

Un estudio de investigación afirma que la presencia de más polvo del desierto del Sahara en la atmósfera, favorece la formación de hielo en las nubes.
Dicho de otra forma, el desierto del Sahara y la meteorología que provoca las advecciones de aire hacia las zonas próximas (o tan alejadas como el Amazonas) influyen directamente en la formación de las nubes, incluso con implicaciones clave para el clima global.
El polvo del desierto, más importante de lo que parecía
Este nuevo estudio liderado por investigadores del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zúrich (ETH Zürich) revela que el polvo africano no solo ensombrece los cielos y reduce la calidad del aire, sino que también tiene un papel crucial en la formación de hielo en las nubes.
Según los expertos, las partículas minerales procedentes del Sahara actúan como núcleos de congelación, es decir, como superficies sobre las que se forma el hielo a gran altitud.
Este hallazgo refuerza la relación directa entre la presencia de polvo, el hielo y la dinámica de las nubes, una interacción que resulta clave para comprender fenómenos como las precipitaciones, la reflectividad de la atmósfera y, en última instancia, el balance energético del planeta.

Nubes más frías gracias al polvo
El experimento se ha llevado a cabo en un entorno controlado con una cámara de nubes del Instituto Paul Scherrer (PSI), capaz de simular condiciones atmosféricas reales.
Gracias a esta tecnología, se ha confirmado que los minerales que componen el polvo sahariano —especialmente la illita, un tipo de arcilla— promueven la formación de cristales de hielo en nubes frías, incluso a temperaturas de -15 °C.
Este proceso no solo modifica la estructura interna de las nubes, sino que influye en su capacidad para producir lluvia o nieve.
Además, cuando las nubes contienen más hielo, reflejan con mayor eficacia la radiación solar, lo que puede generar efectos de enfriamiento local o incluso global.
Implicaciones para el cambio climático
El estudio plantea nuevas preguntas sobre cómo variará este mecanismo en un escenario de cambio climático.
Por ejemplo, si las emisiones de polvo aumentan debido a la desertificación o cambios en los patrones de viento, podríamos ver una mayor formación de hielo en nubes, lo que a su vez podría modificar la distribución de las precipitaciones y los patrones meteorológicos regionales.

En un contexto donde los modelos climáticos deben afinar su precisión, entender cómo interactúan el polvo, el hielo y las nubes se vuelve esencial.
Este trabajo subraya la importancia de considerar los aerosoles naturales en las proyecciones climáticas a largo plazo.
Más investigación, mejor previsión
Aunque este descubrimiento es un paso importante, los científicos advierten que se necesita más investigación para determinar cómo se comporta este fenómeno en la atmósfera real, especialmente en presencia de otros tipos de aerosoles, como el hollín o el polen.
Aun así, queda claro que la relación entre polvo, hielo y nubes es un engranaje fundamental del sistema climático terrestre.

Es decir, este descubrimiento abre la posibilidad de que el polvo sahariano en suspensión traiga como consecuencia colateral, en otras zonas donde se tope con nubes ya existentes, de incrementar la formación de cristales de hielo, y por consiguiente, en cierta medida, las precipitaciones, si no me equivoco.