La historia de la meteorología esconde muchos períodos de bonanza o todo lo contrario, de la aparición súbita de condiciones meteorológicas extremas. Uno de ellos ocurrió en el Medievo.

Entre los años 536 y 555, los registros históricos nos hablan de que en muchos países de Europa y Asia el cielo se oscureció y que el tiempo se volvió bastante más frío.

La razón: una serie de erupciones volcánicas submarinas que provocaron cambios importantes en la atmósfera de buena parte del Planeta.

Un tiempo oscuro y frío

Las condiciones para vivir ya debían de ser duras en la época medieval, pero si a ello le sumamos que se estima, por los testimonios históricos recabados, que el sol permanecía en el cielo alrededor de 4 horas al día y que su brillo no era mucho más intenso que el de la luna, podemos suponer que fueron unos meses o incluso años muy duros.

De hecho, los documentos de la época recogen que fueron fechas de olas de frío, hambrunas y revueltas en todos esos países, que poco tenían que ver entre sí geográfica o socialmente en aquellos años.

¿Qué ocurrió?

Según nos cuentan desde la American Geophysical Union, a partir de la información obtenida de un núcleo de hielo de Groenlandia, se ha descubierto que en torno a 536 una serie de erupciones submarinas violentas, transportaron sedimentos y microorganismos marinos a la atmósfera, atenuando en gran parte la luz solar.

Otros parámetros paleoclimáticos han detectado que la vegetación se paralizó durante varios años y que el crecimiento de los árboles casi se detuvo entre los años 536 y 541.

Pocos sulfatos pero más partículas orgánicas

Lo curioso de este evento volcánico es que no fue capaz de arrojar tanta cantidad de azufre como cabría esperar para provocar un cambio tan drástico y extenso en nuestra atmósfera.

Los registros geológicos y el núcleo de hielo analizado indican llegaron a la atmósfera múltiples especies microscópicas, concretamente, los investigadores hallaron 91 fósiles de especies microscópicas que habrían vivido en aguas cálidas y tropicales.

Para los investigadores, la única opción para que llegaran esas partículas al Ártico, es que se produjeran una serie de erupciones volcánicas submarinas en el Ecuador. Estas erupciones submarinas vaporizaron el agua de mar, transportando los sedimentos cargados de calcio y criaturas marinas microscópicas a la atmósfera.

Durante un tiempo esas partículas flotaron por la atmósfera terrestre hasta asentarse finalmente en el Ártico. Referencia: https://blogs.ei.columbia.edu/2019/12/17/undersea-volcanism-medieval-darkness/